Una vez pulsado el botón es difícil parar. Elegante, sexy, innovador, de dimensiones perfectas y diseños que van más allá de la perversión. Su vibrante y aterciopelado glande incita a la lujuria a la velocidad y potencia de vibración que una necesite hasta estremecer el último poro de la piel. ¡Y así, que pasen mil horas!

En cualquier reunión de tuppersex, el vibrador es recurrente y siempre hay alguno de última generación que dejaría desaborido al mismísimo Marlon Brando, tan voluptuoso con su mantequilla en El último tango en París. Ya en aquella época, cuando todos parecíamos eremitas resistiendo tentaciones, cada cual sacó a relucir su artillería erótica: nata, vaselina, crema de chocolate… Exquisita y de texturas impecables, pero demasiado enclenque para tan magnos propósitos, ya que estas y otras sustancias grasas caseras perforan el látex del preservativo con diminutos orificios que, aunque imperceptibles al ojo humano, dejan escapar virus y microbios que causan irritaciones en las mucosas internas del ano. Además, alteran el pH de los tejidos de la vagina, rompiendo así la barrera de protección que impedía el crecimiento de microorganismos patógenos. Quedaba también pobre el recurso de la saliva, tan ancestral como el mismo sexo, pero algo escasa en densidad y de efecto demasiado fugaz.

Sin embargo, en los últimos tiempos, la nouvelle cuisine del sexo ha llegado a nuestras despensas. Lubricantes, aceites, preservativos, cremas y juguetes sexuales se han vuelto indispensables. Avivan el juego sexual, incitan a la pasión, facilitan la penetración y prolongan la erección. ¿Pero qué misterio científico esconden?

El secreto está en la composición

Lo primero que destaca es su mejora: materiales de primera calidad (como la silicona médica) e hipoalergénicos, diseños ergonómicos e ingredientes sacados de la cosmética tradicional y las investigaciones más avanzadas para alcanzar emociones cada vez más fascinantes. La clave está en dar con productos que, además de excitantes, sean inocuos y mantengan la movilidad del esperma. “Más vale un cambio de aceite a tiempo que recurrir a otros tratamientos más costosos y fatigosos”, dice el endocrinólogo de Memphis William H. Kutte. De hecho, él ha ideado un lubricante que favorece la concepción.

Casi siempre bajo nombres comerciales muy sugerentes, cada uno describe su particular fórmula magistral de la pasión. Para el hombre que busca sensaciones extremas, el mercado ofrece estimulantes de alta tecnología que mejoran el riego sanguíneo del pene. ¿El secreto? Aplicarlo en suaves masajes en puntos estratégicos: el glande y las zonas anterior y posterior del pene. Incluyen zinc, tan importante en la producción natural de testosterona; dopamina, un eficaz transmisor que mejora la sensibilidad y potencia el deseo; y extractos de la planta Epidemium, que libera testosterona y aumenta la función eréctil. Pero es solo una mínima muestra.

El resultado, un esperma más saludable, un conteo de espermatozoides más alto y erecciones fuertes y muy resistentes conseguidas gracias al aumento del flujo sanguíneo hacia los cuerpos cavernosos del pene. También en el caso de la mujer, cada activo o nutriente está pensado para intensificar el orgasmo. Su cosmética mezcla sustancias como Tyrosine, necesaria para que el cuerpo produzca óxido nítrico y así la sangre fluya mejor a través de las arterias, incluidos los órganos sexuales; además de cafeína o té verde, que lubrican su vagina, aumentan la libido e incrementan la sensibilidad vaginal.

El resto son aderezos que multiplican los efectos de una desaforada pasión: diferentes ritmos de vibración y velocidad, funciones variadas para estimular el clítoris, acabados que permiten alcanzar el punto G, siliconas de tacto suave similar a la piel humana, olores intensos e incluso aptos para el paladar. Todo con tal de aprovechar las posibilidades y eludir la rutina.

Su posición se definió cuando el mercado erótico salió de la farmacia hacia fines más lúdicos y hedonistas, lo que permitió la desgenitalización de la sexualidad.

Aunque al final, la eficacia está ligada a la predisposición de cada uno, y aún no se ha inventado juguete que supla eso.

Redacción QUO