La confirmación de que los restos incinerados encontrados en la finca Las Quemadillas de Córdoba pertenecen a dos niños de 2 y 6 años de edad ha desatado una oleada de dudas sobre la calidad del informe de la policía científica, realizado hace once meses, que los atribuía a pequeños mamíferos.
Este nuevo giro en el caso de los desaparecidos Ruth y José Bretón se inició con un estudio encargado por la familia de los pequeños al prestigioso forense Francisco Etxeberria, subdirector del Instituto Vasco de Criminología, quien concluyó que los restos eran humanos y daban muestra de una muerte violenta, en el sentido legal del término. Tras conocer sus resultados en julio, el Ministerio del Interior solicitó la colaboración del paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro, director de Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, experto en dientes. Esta mañana se ha sabido que su análisis confirma los resultados de Etxeberria y precisa la edad de los pequeños con un margen de error de 4 meses.
La intervención del codirector de las excavaciones de Atapuerca resultaba especialmente indicada debido a la fragmentación y deterioro de las muestras, condiciones habituales de trabajo para los paleoantropólogos. En su campo, los dientes resultan una valiosa herramienta de datación, como destaca Marina Lozano Ruiz, del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), ya que “se conservan mucho mejor que el resto de los huesos, porque, a diferencia de ellos, no contienen materia orgánica”. A partir de la dentición, Ruiz descubrió en dos estudios diferentes que los homínidos de Atapuerca eran diestros hace 550.000 años y que tenían caries y placa bacteriana.
En cuanto a la precisión de la edad, la antropóloga física argumenta que el primer dato importante es la presencia de dientes de leche o permanentes y asume que en Las Quemadillas deben de haberse encontrado restos de los dos tipos. El desgaste y estado de desarrollo de los primeros ayudaría a determinar la edad del o los niños a que pertenecían. Además, para concluir que uno de estos tenía seis años tienen que encontrado también restos de dientes permanentes: “primero se forma la corona y a medida que crece la raíz aquella emerge y va desplazando la primera dentición. Es posible que en este caso los hayan encontrado sueltos. Según su forma existen cartas antropológicas ya elaboradas que definen muy bien a qué edad pertenece cada grado de desarrollo, con una variabilidad de meses como mucho”, aclara.
Aunque la gran fragmentación de las muestras de este caso dificulta la identificación, un ojo experto puede trabajar con ellos. Y ahí podría estar la clave del fallo en el primer estudio: “Los trocitos de incisivos de niños, por ejemplo, se pueden llegar a confundir con los de un pequeño animal. Una persona no acostumbrada a trabajar con restos muy rotos se puede equivocar muy fácilmente y quiero pensar que es lo que ha ocurrido”, manifiesta la experta en dentición.
Pilar Gil Villar