Además de bailar en sus ratos libres el Harlem Shake y el Gangnam style, ahora los expertos de la NASA quieren que sus astronautas conduzcan… ¡sin manos! El fin es que las dediquen a hacer algo más útil cuando están hasta arriba de trabajo. Gracias a una interfaz cerebro-ordenador podrán controlar la lanzadera utilizando su mente: sus pensamientos son órdenes para la nave espacial.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Essex (Reino Unido) ha desarrollado la primera interfaz cerebro-ordenador (BCI, por sus siglas en inglés) capaz de controlar una nave espacial – de momento un simulador. Algo así como un traductor que se encarga de leer nuestros pensamientos y comunicárselos a la máquina.
En primer lugar, los investigadores, que han puesto a prueba la interfaz en el Laboratorio de Propulsión a Chorro en Pasadena (California), colocaron un ‘gorro’ de electrodos al voluntario. Después, una simulación por ordenador le proponía diversos retos, como por ejemplo dirigir una nave durante un paseo alrededor del sol utilizando su pensamiento.
Ubicaban al conductor al frente de una pantalla, en la que la nave era un gran círculo y el sol una esfera blanca que se iba haciendo más y más grande a medida que se acercaba. Alrededor de la pantalla había ocho puntos de color gris que le servían de referencia para dirigir la nave hacia una dirección en particular.
Mientras el voluntario se devanaba los sesos tratando de orientar la nave hacia uno de los puntos, varios ordenadores analizaban su actividad cerebral, la traducían en movimientos de la nave y los mostraban en tiempo real sobre la pantalla.
A estas alturas os estaréis preguntando… ¿Y cómo va a conducir con la mente si tiene las manos empleadas en otra tarea? Dado que trabajar con un BCI requiere de una intensa concentración, los sujetos que pilotaban solos tenían el riesgo de perder el foco de atención en algún momento, dejando la nave espacial sin piloto de forma temporal.
La solución era fácil. Comprobaron que, cuando dos voluntarios se conectaban de forma simultánea a los electrodos, era mucho más complicado que ambos se despistaran a la vez y que su pérdida de atención afectase a la trayectoria del vuelo simulado.
Riccardo Poli, científico a cargo de la BCI, asegura que esta toma de decisiones conjunta podría ser útil no solo en el espacio, sino también en operaciones militares. Por ejemplo, los agentes de inteligencia que lidian a diario con grandes cantidades de datos lo tendrían más fácil si trabajasen mano a mano (o cerebro a cerebro) con otro compañero conectado a la interfaz. «Las interfaces cerebro-ordenador podrían, en un futuro próximo, medir la atención, la motivación, la fatiga, la carga cognitiva y el estado emocional», dijo Poli.
Aunque reconoció que la interfaz aún necesita mucho trabajo antes de ser útil para los astronautas, cree que es un paso importante para sacar las interfaces cerebro-ordenador de los laboratorios y comenzar a usarlas en aplicaciones reales.
Redacción QUO