Los “amadores inteligentes” no tienen solo apellidos estelares. A menudo son personas comunes con las que uno puede topar en cualquier lado. ¿Pero acaso la inteligencia sexual se proyecta hacia afuera, igual que otras inteligencias más convencionales, o habría que indagar un poco más? ¿El éxito en el amor o en el sexo equivale a una superdotación como amante? Los expertos recuerdan que las apariencias engañan, y detrás de un galán se esconde a veces un donjuán cuyo único propósito es ir de una relación a otra.

No confundamos tampoco sex appeal con la debilidad carnal que ha convertido, por ejemplo, a políticos en auténticos iconos sexuales. Y más cuando viene acompañada de atributos económicos tan escandalosos como sus escarceos pasionales. Vienen a la memoria nombres como John F. Kennedy, Dominic Strauss-Kahn, Bill Clinton y Silvio Berlusconi, cuyas leyendas crecieron aún más por el peso de la fama.

El tono de voz –si es grave resulta más seductor–, el sentido del humor, la inteligencia, la sonrisa, su olor… Todas estas armas son infalibles en la atracción sexual y el juego del cortejo

Una libido alta y unos niveles elevados de testosterona no garantizan un doctorado en la cama. Pero sí son un buen impulso que suele dar excelentes resultados, si bien generalmente no son visibles al otro lado de la intimidad. La inteligencia sexual va más allá y requiere un esfuerzo. Todo amante guarda sus armas de seducción, pero tiene que saber cuáles son, para sentir pasión entre las sábanas. Puede ser el tono de voz –si es grave resulta más seductor–, el sentido del humor, la inteligencia, la sonrisa, su olor…

Pero ¿cómo podemos medir nuestro coeficiente sexual y cómo saber si nuestras habilidades eróticas son extraordinarias?

Listos en la cama

Dice Félix López Sánchez, catedrático de Psicología de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca, que bastaría el sentido común para hacerse una idea de nuestro talento: “¿Conseguimos placer en nuestras relaciones? ¿Estamos satisfechos con la frecuencia y el tiempo que le dedicamos al sexo? ¿Hemos alcanzado satisfacción emocional con nuestra pareja o parejas? ¿Tenemos problemas sexuales o amorosos? Si apareciesen, ¿sabríamos adaptarnos a ellos? Si la respuesta es sí, nuestro coeficiente sexual está fuera de sospecha”.

Aun así, si estas preguntas dejan con la incertidumbre, existen tests que cuantifican nuestro coeficiente sexual de un modo más preciso. Todo es medible.

Aunque en este tema rige el principio de la inteligencia emocional: “Conócete a ti mismo”. De lo contrario, cualquier cuestionario es inútil. El problema es que mentimos. Ellos exageran, ellas minimizan, según un estudio muy reciente de la Universidad Estatal de Ohio, y se amoldan así a las expectativas estereotipadas de uno y otro género.

“Es admisible tener una autoestima elevada, pero ser bueno en la cama no le hace exclusivo a nadie en el mundo, ni le excusa para no valorar a los demás. Por muy arrollador que sea el éxito, el narcisismo es una deficiencia indeseable de la personalidad, que nunca está justificada”, apunta López. Por eso, los expertos aconsejan honestidad cuando uno responde a una batería de preguntas como la que propone para hombres la sexóloga brasileña Carmita Abdo, basadas en un macroestudio de Pfizer con las conductas sexuales de más de 27.000 individuos.

Excelencia sexual

Al margen de cuestionarios, la mejor referencia la tiene uno mismo. “Cualquiera puede medir su inteligencia sexual calibrando su deseo, el nivel de excitación y sus orgasmos; analizando si en el campo sexual y amoroso decide con libertad, si acepta la diversidad y respeta a los demás, si sus prácticas son saludables y seguras… y viendo si se apoya en una ética amorosa que incluya consentimiento (propio y ajeno), no violencia ni coerción, igualdad de géneros, placer compartido y lealtad”, sugiere López. Estos son los parámetros que de verdad nos dan la excelencia en inteligencia sexual y amorosa. Con ellos, el componente instintivo del sexo se achica y hace creíble la máxima de que nuestro órgano sexual más poderoso es el cerebro. Y de ahí se dirige a cualquier punto erógeno imaginable.

Este es el acertado consejo de Sonsoles Fuentes, autora del libro Inteligencia sexual: “Una persona sexualmente inteligente se despereza y se relaciona con su pareja reconociendo que todos somos novatos al rozar otra piel por primera vez”.

¿Quién no se ha preguntado alguna vez…

… por qué no se educa la inteligencia sexual igual que la emocional?

Así seguimos arrastrando errores y falsas creencias en torno al erotismo y el desempeño sexual, que se desvanecerían con una información rigurosa.

… el coeficiente erótico viene de fábrica?

Es cierto que algunos amantes parecen dotados de un sex appeal innato, pero en general las habilidades amatorias se adquieren, desarrollan y dominan con la práctica.

… una pareja tiene que estar al mismo nivel erótico?

No es imprescindible para tener buen sexo, pero cuando a los dos les provoca las mismas sensaciones un masaje sexual o un determinado juego, ninguno de los dos tendrá que rebajar sus expectativas.

… los menos agraciados incitan menos al sexo?

El sex appeal no responde a ningún canon de belleza establecido, y sin embargo, implica una personalidad arrolladora y una imagen sexualmente muy sugerente que a menudo rompe muchos estereotipos.

Redacción QUO