Quien encuentra un amigo, encuentra genes comunes. Esto es lo que se deduce de un estudio de la Universidad de California publicado en Proceedings of the National Academy of Science.
Según la investigación, dirigida por los profesores James Fowler y Nicholas Christakis, tenemos más ADN en común con la gente que tenemos como amigos que con los desconocidos.
Durante la investigación, los investigadores estudiaron, por un lado, la relación genética entre amigos y, por el otro, entre desconocidos. Los participantes de las dos muestras no eran ni parientes ni cónyuges y todos tenían un origen europeo. Con los resultados en la mano, los investigadores pudieron averiguar quiénes fueron amigos desde la década de 1970 hasta principios de la década de 1990.
¿En qué porcentaje somos similares a nuestros amigos? De media, Fowler y Christakis encuentran que los amigos están igual de “relacionados genéticamente» que entre personas que comparten grandes-tatarabuelos o son primos de cuarto grado. Esto se traduce en un uno por ciento de genes en común. «Puede no parecer mucho para una persona corriente», explica Christakis, «pero para los genetistas se trata de un número importante”.
En el estudio, Fowler y Christakis también ha desarrollado lo que ellos llaman un «barómetro de amistad», una herramienta para predecir quiénes son nuestros amigos con una precisión similar a las herramientas con las que cuentan los científicos para predecir las posibilidades de padecer obesidad o esquizofrenia.

Compartir es vivir
Los rasgos compartidos entre amigos con «parentesco funcional» pueden aportar una variedad de ventajas evolutivas. Fowler explica esto con un caso muy sencillo: si tu amigo tiene la misma sensibilidad hacia el frío que tú, prenderéis un fuego para beneficiaros los dos.
Se ha demostrado que algunas cualidades sólo tienen utilidad si otra persona también las tiene. En palabras de Fowler, «el primer humano que hablaba necesitaba a alguien más con esta cualidad para comunicarse. Los atributos son inútiles si no hay nadie con quien compartirlos».
Por otra parte, Fowler y Christakis encontraron similitudes y divergencias entre grupos localizados de genes: mientras que el grupo de genes que afecta al sentido del olfato son más parecidos entre amigos, aquellos genes que controlan el sistema inmunológico son más divergentes entre amigos.
Fowler cree que esto se debe a que mientras que nuestro sentido del olfato nos atrae hacia ambientes similares, nuestras diferencias inmunológicas son un mecanismo de defensa para evitar el contagio de patógenos.
Otro resultado interesante del estudio es que los genes que fueron más similares entre amigos parecen estar evolucionando más rápidamente que el resto. Fowler y Christakis creen que esto podría ayudar a explicar por qué la evolución humana se ha acelerado en los últimos 30.000 años, y sugieren que el propio entorno social actúa como una fuerza evolutiva.

Otros estudios relacionados

En los últimos años han proliferado los estudios que investigan el peso que tiene la composición genética en nuestros hábitos, comportamientos y relaciones.

Un ejemplo de ellos es el estudio de la Universidad de México en el que se aseguró que la atracción y la infidelidad están íntimamente relacionados con la familia de genes del complejo mayor de histocompatibilidad (CMH). En dicho estudio se observó que las personas se atraían más cuanto mayor era su diferencia de CMH. “Cuando aumentan las similitudes del CMH en una pareja, las mujeres tienden a fantasear con otros hombres, especialmente cuando están en el punto fértil de su ciclo” explicó Randy Thornhill, uno de los miembros de la investigación.

Con todo lo dicho, hay quienes miran con recelo estas teorías. Tal es el caso del grupo de científicos liderado por Jason Boardman, de la Universidad de Colorado, que en 2012 publicó un artículo en el se rechazó la idea de que los genes determinan la amistad o la atracción y se presentó una hipótesis alternativa: los mecanismos sociales nos ponen en situaciones donde estamos expuestos a personas con las que compartimos genes y con las que entablamos relación conforme a este contexto.

Redacción QUO