En 2014 un grupo de arqueólogos encontró los restos de un faraón llamado Senebkay, en un yacimiento situado unos 500 kilómetros al sur de El Cairo. Ahora, un grupo de forenses de la Universidad de Rowan, en Nueva Jersey, ha analizado los restos y ha encontrado pruebas irrefutables de que el monarca egipcio fue brutalmente asesinado a puñaladas.
La autopsia del soberano ha revelado al existencia de nada menos que dieciséis heridas causadas por arma blanca por todo el cuerpo, incluídos el pie derecho, el hueso sacro, las manos y el rostro. Aunque la que al parecer resultó letal fue una producida en la cabeza.
El ángulo y la dirección de las heridas sugieren que el faraón, cuya altura oscilaba entre los 1,72 y 1,82 centímetros, se hallaba en una posición más elevada que sus agresores (seguramente a lomos de un caballo o encaramado en un carro) en el momento de sufrir el salvaje ataque. Prueba de ello es que recibió una herida en el tobillo que seguramente le hizo caer al suelo, donde probablemente fue rematado de forma despiadada por sus asesinos.
Redacción QUO
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