Los restos de un naufragio siempre son valiosos de por sí. Pero no nos engañemos: la mayoría de los aventureros que rastrean los fondos marinos buscando antiguos pecios españoles, no lo hacen por interés arqueológico ni por contribuir con sus hallazgos al trabajo de los historiadores. Lo hacen con la esperanza de poder apoderarse de la valiosa carga que transportaban. Lo que ocurre es que a veces, desde esa perspectiva, el hallazgo puede resultar decepcionante.

Según informa National Geographic, se acaban de descubrir en aguas de Panamá los restos de un mercante español que los historiadores ya han identificado como el Encarnación, que naufragó en 1681. Los arqueólogos dieron con él de forma casual, cuando seguían la pista de seis navíos ingleses, que pertenecieron la flota del corsario Henry Morgan, y que se hundieron durante una tormenta.

El barco español cuyos restos acaban de aparecer pertenecía a la llamada Flota de la Plata que, anualmente, partía del puerto de Veracruz en México rumbo a España, formada por numerosos mercantes, escoltados a su vez por galeones de combate y otras naves más pequeñas. Pero, contra lo que cabía esperar, en su interior los arqueólogos no han hallado ni plata, ni oro, ni joyas, ya que el barco transportaba utillería, principalmente espadas y telas.

La parte positiva es que el barco se encuentra en perfecto estado. Lo habitual, según los especialistas en la materia, es que estos pecios estén muy dañados por la propia acción corrosiva del agua marina, y por causa de los saqueadores que en muchos casos los localizan antes que los arqueólogos.

La Flota de la Plata (también llamada Flota de Indias) estuvo en activo desde el año 1520 hasta 1776. Fue el objetivo más codiciado de los piratas ingleses y franceses pero, contra la idea general, que han transmitido tantas películas de aventuras, nunca lograron saquearla. Tan solo lograron apoderarse de algunas naves que quedaban rezagadas y aisladas del convoy general a causa de las tormentas. La flota llegó siempre prácticamente intacta a su destino salvo en una ocasión. Fue en 1702, cuando fue atacada a la entrada de la ría de Rande, en Vigo. Pero ni siquiera fueron piratas, ya que los atacantes eran buques de guerra de la armada holandesa. Y tampoco consiguieron un gran botín, ya que fueron los propios españoles quienes hundieron los barcos con la plata para evitar que cayeran en manos del enemigo.

Redacción QUO