Mil millones de personas viven con menos de 1,25 dólares al día. Son los más pobres de entre los pobres. Pero en los últimos tres años 11.000 de esos hogares han experimentado un considerable aumento de su nivel de vida.

Esas familias formaban parte de un estudio piloto para evaluar el llamado Modelo Graduación, un sistema de ayudas diseñado por la ONG de Bangladesh BRAC, que integra varios tipos de actuación:

  • En primer lugar, se ofrece a la familia un bien productivo, por ejemplo un animal de ganadería por un valor de entre 451 y 1.228 dólares.
  • Para que no sucumban a la necesidad de venderlo para comer, se les garantiza la subsistencia durante un año con comida o dinero por valor de entre 26 y 71 dólares al mes.
  • Además se les da un curso específico para que aprendan a gestionar esa fuente de ingresos, se les facilita una cuenta o plan de ahorros y se les muestra cómo administrarlos.
  • La formación se completa con enseñanzas y recursos para cuidar su salud.

El conjunto del plan tiene una duración de dos años, a lo largo de los cuales se refuerza a quienes lo reciben con visitas regulares de personal especializado que supervisa sus actuaciones y les respalda en el proceso.

Las 21.000 personas a quienes se les ha proporcionado esta ayuda en seis países (Etiopía, Ghana, Honduras, India, Paquistán y Perú) han experimentado una mejora en sus condiciones de vida, que se ha mantenido al menos un año después del finalizar la intervención, según recoge un artículo publicado hoy en la revista Science que evalúa los resultados. El equipo que la ha realizado, con Abhijit Banerjee de la ONG Innovations for Poverty Actions a la cabeza, ha utilizado como grupo de control una serie de hogares de los mismos contextos geográficos y con condiciones similares que no recibieron ningún tipo de ayuda. Al comparar ambos grupos, han comprobado que los beneficios compensan la inversión: por cada dólar que se gastó en el programa en India, por ejemplo, los hogares ultrapobres tuvieron beneficios a largo plazo de 4,33$.

Los hogares “graduados” habían aumentado las actividades de autoempleo, que ya iban más allá de la agricultura y la ganadería, y el consumo, y el trabajo ocasional era menos frecuente, aún un año después de terminar la intervención. Según los autores, el modelo podría contribuir a hacer realidad la propuesta internacional de erradicar ese nivel extremo de pobreza antes de 2030.

Fuera del piloto, el programa ya había llegado a 400.000 hogares de Bangladesh en 2011 y en la actualidad se ha replicado en 20 países, entre ellos los seis del estudio.

Esta idea de fomentar el autoempleo a través de ayuda material y formación podría resultar un instrumento válido para organizaciones de muy diversa índole y que funciones en contextos culturales, geográficos e institucionales muy distintos.

Pilar Gil Villar