Mark Karpèles ha pasado de héroe a villano. Este joven empresario francés se convirtió en 2009 en uno de los iconos de la llamada «nueva economía», al fundar en Japón MT Gox, una operadora dedicada a bitcoins. En sus inicios, esta empresa apenas alcanzaba una valoración de unos pocos cientos de dólares pero, en 2013, valía varios cientos de millones. ¿Cuál era la clave de aquel asombroso éxito? La popularidad de bitcoin, una moneda virtual que parecía destinada a cambiar el mundo.
Pero todo se vino abajo en febrero de 2014. MTGox se declaró en bancarrota tras denunciar la pérdida de 850 mil unidades de bitcoin, que en aquel momento estaban valoradas en unos 30 millones de dólares. 750 mil de los bitcoins perdidos pertenecían a los clientes de la operadora, mientras que los cien mil restantes eran propiedad Mark Karpèles, quien acusó a unos misteriosos hackers del robo de las criptomonedas.
Lo cierto es que la versión del ciberrobo ya sonaba sospechosa en su momento pero, mucho más aún, tras conocer la noticia de que Mark Karpèles, que llevaba varios meses en paradero desconocido, acaba de ser detenido por la policía de Tokio, que le acusa de fraude y malversación de fondos. Según las autoridades, Mark habría accedido ilegalmente en 2013 al servidor que controlaba los depósitos de sus clientes, para manipular unos ocho millones de dólares. La policía afirma que Mark habría transferido al menos un millón desde dichas cuentas a la suya propia, y otra cantidad indeterminada a las de su empresa.
Pero, ¿dónde están los bitcoins desaparecidos? Por si la historia no fuera lo suficientemente rocambolesca, un mes después de la desaparición de las criptomonedas, la propia empresa anunció que había encontrado doscientos mil de los bitcoins desaparecidos en un momedero electrónico que tenía olvidado en uno de sus servidores. Pero aún así seguían faltando 650 mil. La policía japonesa sospecha que Karpèles pudo haber traspasado esa suma (o una parte de ella) a sus propias cuentas, pero este extremo aún no ha podido demostrarse.
Lo cierto es que Karpèles se ha convertido en el villano del momento. De ser un empresario de éxito que vestía elegantes trajes de marca, ha pasado a tener que vivir como un fugitivo en las calles de Tokio, tratando de camuflarse con una camiseta y una gorra de beisbol (atuendo que vestía en el momento de su detención). Quienes nunca creyeron en la viabilidad de bitcoin han encontrado en su caso el arma perfecta para atacar a la criptomoneda, alegando que al no estar regulada por ningún organismo, el riesgo de fraude es mayor. Y quienes vieron en ella la oportunidad de crear una nueva moneda que funcionara al margen del sistema bancario tradicional, han visto como Mark Karpèles le propinaba un sonoro mazazo a sus sueños.
Y es que no debemos engañarnos. Bitcoin ha sobrevivido a este suceso, pero ya nada volverá a ser igual. Japón ha anunciado que, apartir de ahora, la criptomoneda será tratada y considerada legalmente como una mercancía más y no como una divisa. Y en Estados Unidos y Francia ya hay iniciativas para someterla a una regulación similar a la del dolar o el euro. Karpèles fue el gran abanderado de esta moneda al margen de cualquier nación o entidad bancaria y, ahora, es el responsable de que esté a un paso de perder su originaria naturaleza libertaria para convertirse en una moneda más.
Redacción QUO