Una reciente investigación de la Universidad de East Anglia (UEA), en el Reino Unido, ha demostrado que la honestidad de las personas varía significativamente según el país.
Más de 1.500 voluntarios de 15 países distintos participaron de dos tipos diferentes de pruebas. Una de ellas consistía en lanzar una moneda al aire y declarar si caía cara o cruz. Por cada cara que lograba el participante se le recompensaba con unos 3 euros.Obviamente si la proporción se alejaba mucho de un 50/50, indicaba un comportamiento deshonesto.
El segundo test consistía en responder a una serie de preguntas sobre cultura musical (cada respuesta acertada también obtenía una recompensa material). La única condición era que no debían buscar la respuesta y debían confirmar, tras cada pregunta, que no lo habían hecho. Dentro de la evaluación había tres preguntas particularmente difíciles (por no decir casi imposibles). Contestar a más de una de ellas de forma correcta indicaba algún tipo de trampa. Luego los datos se compararon entre las diferentes nacionalidades: Brasil, China, Grecia, Japón, Rusia, Suiza, Turquía, Estados Unidos, Argentina, Dinamarca, Reino Unido, India, Portugal, Sudáfrica y Corea del Sur. Ninguno de ellos resultó particularmente honesto. Pero sorprendieron mucho algunas conclusiones. Mientras China, obtuvo un 70% de trampa en el lanzamiento de la moneda, el Reino Unido, apenas un 3,4%.
El autor del estudio Dr. David Hugh-Jones, de la Escuela de Economía de la UEA, explica porqué los cuatro menos fiables eran asiáticos: “la diferencia puede explicarse por visiones culturales específicas para este tipo de prueba, tales como las actitudes hacia los juegos de azar, en lugar de las diferencias en la honestidad como tal”.
El estudio también intentó detectar alguna relación entre la honestidad (o su ausencia) y la prosperidad de determinadas naciones. “Creo que la relación entre naciones creíbles y buena economía se ha debilitado en los últimos 60 años – concluye Hugh-Jones –. Una explicación es que cuando las instituciones y la tecnología están subdesarrollados, la honestidad es importante como un sustituto para la ejecución de contratos formales. Los países que desarrollan culturas que ponen un alto valor a la honestidad son capaces de cosechar los beneficios económicos. Más tarde, este mismo crecimiento económico mejora las instituciones y la tecnología , por lo que los contratos son más fáciles de vigilar y hacer cumplir, por lo que una cultura de la honestidad ya no es necesario para seguir creciendo. «

Juan Scaliter