Aquí te dejamos las claves de lo que corresponde a la reconstrucción de un caso de muertos en fosas comunes.

La clave está en la mandíbula
El cadáver conserva 27 dientes y los premolares; esto da idea de su edad y nutrición. El segundo incisivo tiene forma de pala, lo que puede emparentarle con otro individuo hallado en la misma fosa.
Así murió
El cráneo tiene un orificio de entrada de bala de 9 mm por herida de arma de fuego.?Trayectoria: de abajo arriba. Hay fracturas post mórtem. Conclusiones: le dispararon por detrás, y el cuerpo fue trasladado una vez muerto. Son pruebas aportadas al juez para justificar la muerte violenta.
¿Cómo era?
Se miden los huesos para establecer la altura; la epífisis, o extremo de los huesos largos, que durante el crecimiento es distinta (de ahí se deduce si es joven o adulto); y la pelvis indica el sexo. A veces se aprecia una particularidad ósea, como la robustez. Todos estos datos sirven para identificar a una persona en un juicio.
El análisis de ADN
Suele ser el mitocondrial (por vía materna), pues se deteriora menos con el tiempo. Se comparan el de un hueso del cadáver y el del pelo de un familiar; la identificación es inequívoca. Cuesta entre 1.200 y 3.000 €.
Uniforme
El equipo recopila datos de ubicación de la fosa, número de esqueletos, análisis forenses y antropológicos, fotografías… Cuestan unos 12.000 €, aunque casi nadie cobra.
Los documentos
que aportan los familiares son cruciales; puede ser una anotación de “fallecido” en el margen de una partida. Más común y de gran ayuda es el testimonio oral.
¿Quién era y cómo murió?
Juan Jiménez, 25 años. Casado, un hijo. Altura: 1,60 m. Complexión: robusta. Hermano de otro individuo hallado en la misma fosa. Muerto por disparo de arma de fuego en mayo de 1939.

Y si pinchas en este enlace puedes ver el PDF con todas las acciones que corresponden a uno de estos casos.

Redacción QUO