Uno de los ‘postureos’ más recurrentes de nuestro tiempo es el ‘arte’ de beber. Hemos creado una completa gama de rituales al respecto que van desde bebidas artesanas, mezclas creativas a incluso desforestar media selva amazónica con el fin de hacerse un gin tonic. Ahora, una vez controlado el líquido elemento toca el turno de los sólidos como el hielo, el cual no mejora para nada el sabor final del producto, pero sin duda tener una copa ‘bonita’ sí ayuda a disfrutarla más. Especialmente para los más sibaritas.

Estos consideran que el hielo perfecto debe ser transparente. Las bolsas que compramos en el súper (o en la gasolinera los más rezagados o despistados), suelen contener los cubitos muy blanquecinos y opacos. Este efecto se produce a consecuencia de las impurezas del agua, el cual no desaparece ni tan siquiera si utilizas agua mineral o purificada. Esto se debe a que el secreto no está en el agua que usas, sino en cómo lo congelas.

Según explican en el canal Cocktail Chemistry, las impurezas es lo último que queda grabado en el hielo, por lo que solo tenemos que variar un poco la forma en que lo congelamos para evitar esta opaca y poco estética capa.

El primer paso sería apostar por usar un recipiente aislante. Esto producirá que el agua no esté tan en contacto con las frías temperaturas del congelador y que el líquido se congele de arriba a abajo en lugar de manera uniforme. En consecuencia, las feas impurezas del agua, que son mucho más pesadas, quedarán en la parte inferior del recipiente.

Después, el truco está en desmoldar el bloque de hielo antes de que termine congelado por completo y cortarlo en varias piezas con un cuchillo de sierra con el fin de usarlas posteriormente. Sin miedo, una vez hayas realizado estos pasos, no pasará nada porque los metas en el congelador: las impurezas no volverán a aparecer.

Fuente: sploid.gizmodo.com

Redacción QUO