La costumbre de decorar el cuerpo con pintura es mucho más antigua que la propia invención de la tinta.Un día de verano, Erika y Helmut Simon, dos caminantes alemanes, hallaron en la región alpina de Ötztal la momia humana más antigua de Europa. El año pasado, un equipo de investigadores descubrió sobre su muñeca una colección de 61 marcas en forma de líneas y cruces que podría tener fines mágicos.
Mil años antes de la existencia del hombre de hielo de Ötzi, concretamente alrededor del 6.000 a.C., los tatuajes ya existían en las culturas precolombinas. El más antiguo hasta ahora datado es un falso bigote en el labio superior de un hombre de la cultura Chinchorro (Perú).
El tatuaje se asociaba con lo femenino en el Antiguo Egipto. En esta cultura se empleaban principalmente henna y agujas de oro. Las esposas y las artistas lucían una representación del símbolo del Dios Bes, un dios alado (con frecuencia representado como una mariposa) asociado con la fertilidad y la protección tras la muerte. Según explica en un artículo Víctor J. Monserrat, del Departamento de Zoología y Antropología de la Universidad Complutense de Madrid, la costumbre de tatuarse podría haber llegado a Oceanía a través de Sumatra (Asia): “Especialmente el dibujo corporal, que estaba muy extendido en los pueblos nativos precolombinos (y preanglosajones)”.
¿Con qué se hacían?
Los investigadores australianos se trasladaron a las Islas Salomón para analizar 15 artefactos de obsidiana (vidrio natural formado tras el enfriamiento de la lava) de 5.000 años de antigüedad. En ellos hallaron un astillado microscópico, bordes redondeados, arañazos finos y residuos de sangre, carbón y ocre.
«La investigación demuestra la antigüedad y la importancia de la decoración del cuerpo humano mediante el tatuaje como una tradición cultural entre los primeros colonizadores de Oceanía», explica Robin Torrence, arqueólogo del Museo de Australia (Sidney).
Los científicos creyeron en un principio que los isleños empleaban estas herramientas como punzones para hacer ropa. “Sin embargo, esta posible explicación se enfrenta al problema de que los animales grandes eran muy limitados”, aclara Torrence.
Según sugiere, los resultados de esta investigación podrían ayudar a conocer otros lugares donde se habría empleado la obsidiana, como por ejemplo Mesoamérica, donde su amplio uso abarcaba puñales para sacrificios, tumbas, joyas y obras de artesanía.
Redacción QUO