Vive el momento y serás plenamente feliz. Es un sempiterno consejo que habrás oído miles de veces en la boca de budistas conversos y de filósofos de la New Age. Es una recomendación bien intencionada pero, como quizá hayas comprobado, casi imposible de llevar a cabo. Y es que la especie humana no está preparada para detener el tiempo: vivimos en el pasado y avanzamos hacia el futuro, no hay tal cosa como el presente.

“’Ahora no solo es una ilusión cognitiva sino que también es un truco matemático” explica el profesor de filosofía natural, física y astronomía de la Universidad de Darthmouth Marcelo Gleiser, en su libro The Island of Konwledge. El ensayo explica que el presente es una memoria del pasado inmediato y una expectativa de lo que pasará justo a continuación.

La realidad es un movimiento continuo, el del tiempo que no se detiene. “El presente existe solo porque el cerebro nubla la realidad”, profundiza Gleiser. La luz, por ejemplo, tiene una velocidad inalcanzable, pero finita. Eso significa que este texto tarda un tiempo determinado en llegar desde la pantalla a tus ojos, y que no es el mismo que la pared del fondo de la habitación, que está a una distancia mayor. Si percibiésemos esas diferencias, o nos volveríamos locos o no seríamos humanos.

Además, mirar al pasado y al futuro nos ayuda a sobrevivir. El arrepentimiento es indispensable para aprender de los errores. Es lo que nos permite no tocar plantas como las ortigas ni intimar con personas de carácter conflictivo. El miedo a lo que pueda pasara también es beneficioso, puesto que hace que hagamos cosas que no deseamos en aras de obtener un beneficio en el futuro.

Redacción QUO