Muchos conoceréis Le papillon, uno de los ballets más conocidos de la historia. Se trata de la única obra coreografiada de la célebre bailarina Maria Taglioni (1804-1884). Distribuido en varios actos, su argumento trata sobre el amor de Mariposa y Djalma, una historia romántica que se ve quebrantada por el hada Hazma.

Fue estrenada con gran éxito en la Ópera de París el 26 de noviembre de 1860. Su principal protagonista era Emma Livry, una bailarina con unas notables dotes artísticas que inspiraron a Taglioni.

Para hacer las representaciones en aquel entonces se precisaba de una iluminación bastante insegura: lámparas de fuego. Esto, unido a los tutús de las artistas, era una mezcla de lo más peligrosa. Tanto que, dos años después del estreno, Livry salió ardiendo en una prueba de vestuario, quemándose casi por completo. Por desgracia, tras ocho meses de agonía en la cama de un hospital, la bailarina falleció.

Al parecer, no fue la única. Se cree que decenas de bailarines fallecieron a consecuencia de la iluminación por gas, muy popular en los teatros del siglo XIX. Concretamente en Filadelfia, Londres y París las muertes por esta causa se contaban por decenas.

Livry tenía tan solo 16 años cuando hizo su debut en la Ópera de París en 1858. No tardó en convertirse en un prodigio, hasta que cuatro años después las llamas acabaron con su vida.

Pero no solo el fuego terminaba con las vidas de los bailarines en aquella época. Puestas en escena demasiado ambiciosas hacían que los artistas cayesen como moscas, ya fuesen aplastados, golpeados o quemados.

Tal fue la ‘carnicería’ que en 1859 un decreto imperial exigió que todos los sistemas y trajes de los bailarines fueran a pruebas de llamas. Para conseguir tal fin utilizaban un proceso llamado carteronizing, en el que los tutús se sumergían en un baño químico antes de ser utilizado en un escenario. Sin embargo, la técnica dejaba las delicadas faldas muy sucias, motivo por el que las bailarinas luchaban contra las medidas de seguridad. Livry fue una de las que se opuso, razón que acabó costándole la vida.

No creáis que solo en el s. XIX morían por su profesión. Actualmente, los cánones de belleza y la delgadez extrema a las que se someten continúan poniendo sus vidas en peligro.

Fuente: ozy.com

Redacción QUO