La octava edición de La Noche de los Investigadores, que se celebrará en Madrid el próximo 29 de septiembre, tendrá un sabor muy literario. Por ese motivo, la Fundación para el Conocimiento madri+d ha convocado un concurso de relatos científicos para alumnos de 4º curso de la ESO y 1º y 2ª de bachillerato de la Comunidad de Madrid.

La revista Quo colabora activamente en esta iniciativa que pretende estimular la creatividad de los más jóvenes y, a la vez, despertar su interés por todo lo relacionado con la ciencia. El 30 de junio se cierra el plazo para presentar los textos originales, y el nombre del ganador se conocerá en septiembre.

El relato premiado será elegido por un jurado formado por destacados profesionales del mundo de la cultura y de la divulgación, en el que estará representada la revista Quo. Además, el cuento elegido será publicado en las páginas de nuestra publicación.

Si estáis interesados en concursar podéis consultar las bases en la web de madri+d. Animaos porque tal vez entre los participantes se encuentre algún futuro talento de la ficción científica.

La ciencia es un campo inmejorable para encontrar la inspiración literaria. Muchas de las historias más célebres de la literatura entroncan en alguna medida con ella. Frankenstein, de Mary Shelley, es una historia de poesía y horror que reflexiona sobre la esencia del ser humano, pero parte de su inspiración se basa en el galvanismo, unos curiosos experimentos que se realizaron en el siglo XVIII y XIX para tratar (sin éxito) de revivir cadáveres mediante descargas eléctricas.

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Aunque, probablemente, sean Julio Verne y H. G. Wells los autores que a uno le vienen a la cabeza cuando se piensa en obras de ficción con trasfondo científico. No hay una sola disciplina científica que no aparezca en la ingente producción de Verne. Veinte mil leguas de viaje submarino, De la Tierra a la Luna, La caza del meteoro, o El pueblo aéreo (inspirada por las teorías de Darwin), son una buena muestra de ello.

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Wells, por su parte, creó la primera historia célebre sobre manipulación genética en La isla del Dr. Moreau, en la que un científico exiliado en una isla del Pacífico crea, con audaces experimentos, una raza mestiza entre humanos y animales.

Tampoco han faltado quienes han recurrido a la ficción para criticar los excesos de la ciencia. Como nuestro compatriota Miguel de Unamuno quien, en 1913, publicó un relato titulado Mecanópolis. Un cuento distópico en el que fantaseaba con una sociedad esclava de la tecnología. Y que no está de más releer en estos días para detectar algún hipotético parecido.

Y, por supuesto, no nos podemos olvidar de los científicos transformados en escritores ocasionales. Como Santiago Ramón y Cajal, quien en su juventud usó sus conocimientos científicos para escribir cinco relatos de misterio y terror. En uno de ellos, titulado A secreto agravio, secreta venganza, narra la historia de un médico que se venga de su esposa infiel y de su amante, inyectándoles el virus de la peste bovina. Y en otro, El fabricante de honradez, especula con la creación de una droga para controlar a los delincuentes y las personas inadaptadas. Todo un visionario.

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Isaac Asimov, Arthur C. Clarke con 2001, una odisea del espacio, O Michael Crichton (autor de la genial La amenaza de Andrómeda y de la famosísima Parque Jurásico) sirven también de ejemplos de como la ciencia en mayor o menor medida puede inspirar una historia fascinante.

Así que, ¡adelante!, apuntaos al certamen. Estamos deseando leer vuestros relatos.

Vicente Fernández López