El 6 de mayo se cumplen 80 años de la catástrofe del dirigible Hindenburg, que se convirtió en el primer gran accidente aéreo que se transmitió en directo a todo el mundo. Pero, pese al tiempo transcurrido, las causas del siniestro nunca se han aclarado totalmente.

El LZ 129 Hindenburg (ese era su nombre completo) fue la mayor aeronave jamás construida. Su longitud era superior a la de tres aviones boeing, aunque solo tenía capacidad para transportar a 70 pasajeros (en camarotes y estancias de lujo, eso sí), más los 61 miembros que conformaban la tripulación.

El dirigible realizó su primer vuelo en 1935, y se convirtió rápidamente en el símbolo del poderío nazi. El régimen de Hitler alardeaba constantemente de su gran aeronave, y la utilizaba en vuelos con clara finalidad propagandística, como el que realizó en 1936 transportando al púgil alemán Max Schmeling, que acaba de convertirse en nuevo campeón del mundo.

La idea inicial era que el Hindenburg funcionase con helio, pero un embargo del ejército de Estados Unidos, que iba a ser su proveedor, obligó a utilizar hidrógeno, un gas mucho más inflamable y, por lo tanto, más peligroso.

Finalmente, el 6 de mayo de 1937, tras haber atravesado el Atlántico, el dirigible escribió el último capítulo de su historia. A las 19,30 de aquel día, la aeronave inició la maniobra para amarrar en el aeródromo de Lakehurst, en New Jersey.

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Inesperadamente, alguien vio chispas que brotaban de la parte trasera del dirigible (fueron descritas como algo parecido al llamado Fuego de San Telmo), que se extendieron por la estructura del Hindenburg que, en unos pocos segundos, se convirtió en una auténtica bola de fuego.

Los pasajeros y los tripulantes se arrojaron al vacío desde una altura de quince metros mientras las llamas caían sobre ellos. Pese a todo se convirtió en un infierno, «solo» murieron 31 pasajeros y 22 tripulantes. ¿Cómo logro sobrevivió el resto? Gracias a que la rotura de los depósitos de agua de la nave hizo que el líquido cayera sobre ellos, apagando las llamas.

En el momento del accidente, se encontraban presentes las cámaras de diversos noticiarios, lo que permitió inmortalizar la tragedia. Además, el desastre fue retransmitido en director a través de la radio por el locutor Howard Morris. Suya es la mítica frase que pronunció en aquellos instantes: “¡Oh, la humanidad”. Generalmente ha sido interpretada como una reflexión acerca de la arrogancia de nuestra especie, aunque parece ser que en realidad con el término “humanidad” se estaba refiriendo a la multitud que se había congregado allí para ver la llegada del dirigible.

Pero, ¿que causó realmente el accidente del Hindenburg? Lo cierto es que los técnicos que investigaron el suceso no fueron capaces de dar una explicación concluyente. Eso motivó que se especulase con la probabilidad de un atentado dirigido a minar la imagen del poderío nazi.

Recientemente, una simulación realizada en 2013 apuntó a que la causa más probable pudo ser una fuga de hidrógeno que, al entrar en contacto con la electricidad estática del exterior, provocó el chispazo fatal que desencadenó la tragedia.

Vicente Fernández López