Nadie nace sabiendo detectar las señales que indican una posible amenaza. Es un proceso de aprendizaje que se inicia a una edad muy temprana y que se completa al final de la adolescencia, entre los 17 y los 18 años. Y, ahora, un nuevo estudio realizado por la University of Portsmouth, en Gran Bretaña, revela que esa capacidad se mantiene intacta incluso al cumplir los ochenta años.
Los investigadores realizaron un experimento con diversos voluntarios de ambos sexos y de de edades comprendidas entre los 70 y los 85 años, y comprobaron que un 95% de ellos eran perfectamente capaces de detectar de forma instintivas señales amenazadoras en otra persona con la que se cruzaban por la calle.
Siempre se ha creído que con la edad las personas se vuelven más temerosas y son más reacias, por ejemplo, a caminar solas por la calle al caer la noche. Pero, según los autores del estudio no está del todo claro que eso sea así. Lo que si es cierto es que hay personas (de cualquier edad) que son propensas a ver peligros dónde no los hay, y este estudio pone de manifiesto que, curiosamente, son las menos «miedosas» las que mejor saben detectar las señales de peligro más sutiles.
Los investigadores comprobaron en su experimento que acciones tan aparentemente inocuas como la forma de caminar o de mover los brazos, o la postura corporal, transmiten muchísima información no verbal sobre el posible nivel de agresividad de una persona.
El estudio deja claro que los mayores podrán ser más vulnerables por las limitaciones físicas propias de la edad, pero que conservan intacto su instinto para olfatear el peligro a distancia, lo que les puede puede ayudar a evitarlo con la antelación necesaria.
Vicente Fernández López