En los años 50 y 60 Estados Unidos y Rusia libraron una batalla por ser los primeros en enviar un hombre a la Luna. La victoria se inclinó finalmente del lado americano cuando el 20 de julio de 1969, el Apolo XI se posó sobre la superficie de nuestro planeta. Ahora, casi medio siglo después, la carrera espacial vuelve a vivir una nueva etapa de apogeo aunque, ahora, el lugar de Rusia lo ocupa China. El país asiático ya ha manifestado que su objetivo inmediato es enviar una misión tripulada a la Luna.

Pero Donald Trump pretende adelantarse a los chinos. El presidente de Estados Unidos ha anunciado la puesta en marcha de un programa llamado Directiva 1 de Política espacial, cuya finalidad será la de enviar una nueva misión tripulada a la Luna y, en un futuro más lejano, a Marte. Aunque no se especifican ni los plazos ni el presupuesto para acometer esta misión, fuentes del gobierno afirman que la intención es que sea el primer paso para la instalación de una futura base lunar que pueda servir de plataforma para proyectos más ambiciosos. Marte se sitúa así nuevamente en el horizonte.

La última vez que la NASA envió una misión tripulada a la Luna fue en 1972. El presidente George W. Bush ya intentó retomar la idea de volver a enviar astronautas americanos a nuestro satélite. Algo que esperaba que fuera posible realizarse en 2020. Pero su sucesor, Barack Obama, prefirió saltarse ese viaje lunar y que la NASA centrara todos su esfuerzos en una hipotética misión tripulada a Marte. Y, ahora, Trump da unos pasos atrás y recupera nuestro satélite como principal objetivo.

Pero no será sencillo ni barato. Ya en 2005 la NASA estimó que una nueva misión tripulada a la Luna podría costar unos 100.000 millones de dólares, una cifra que supone cinco veces su presupuesto ideal. Y el reto tecnológico tampoco es sencillo. Estados Unidos ya no está a la cabeza en lo que se refiere a tecnología espacial, de hecho depende de las naves soviéticas Soyuz para enviar a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional. Y aunque es factible que pueda superar ese escollo, va a necesitar mucho dinero y esfuerzo para lograrlo.

Pero, ¿por qué ese interés por volver a la Luna? Según los analistas, el tema del orgullo nacional sin duda juega un papel muy importante. Donald Trump no está dispuesto a que China le tome la delantera como superpotencia espacial. Además, Rusia, Japón, Europa e Indiatambién están desarrollando proyectos para enviar misiones tripuladas a nuestro satélite (aunque unos parecen más factibles que otros).

Y luego está el tema económico. Según las declaraciones de Trump, el objetivo final es intentar convertir esa hipotética base lunar en el centro de un proyecto para extraer minerales. Aunque se trata de un proyecto que, evidentemente, no podrá coronarse a corto plazo y que, aún en el caso de que todo se desarrolle según los deseos de la administración estadounidense, difícilmente se podría hacer realidad antes del siglo XXII.

Pero el turismo espacial también parece estar en la mente del actual presidente de EE UU. De hecho, miembros del partido republicano han reconocido que están dispuesto a colaborar con empresas privadas (especialmente con las de Elon Musk o Jeff Bezos), con el objetivo doble de, por un lado, abaratar los costes de esta futura misión y, por otro, de explotar conjuntamente el filón del espacio como nuevo horizonte turístico.

Vicente Fernández López