Las nuevas tecnologías están facilitando que se realicen hallazgos arqueológicos cada vez más asombrosos. Un buen ejemplo es lo que un equipo de investigadores del North Carolina Department of Natural and Cultural Resources ha descubierto estudiando algunos de los restos del Queen Anne´s Revenge, el barco del legendario pirata Barbanegra.
El pecio de dicha nave fue hallado en 1996 en la Costa de Carolina del Norte. Pues bien, adheridos a las piezas de uno de sus cañones, los investigadores descubrieron 16 pedazos de papel. Pero, lo más increíble de todo es que pudieron recomponer lo que estaba escrito en ellos. Se trataba de una serie de frases y palabras inconexas, entre las que destacaba un nombre propio, Hilo.
Todo parecía indicar que aquellos fragmentos pertenecían a las páginas de un libro. Pero, ¿a cuál? Descubrirlo no fue todo lo complicado que podría parecer a priori, gracias a que Hilo no era un nombre que pareciese en muchos libros de la época. Se trataba del nombre de un puerto peruano y, gracias a esa pista, los investigadores lograron averiguar que el libro en cuestión era la primera edición de Un viaje alrededor del mundo por la ruta del gran mar del sur.
Lo irónico del asunto reside en que dicha obra fue escrita por otro pirata, el británico George Shelvocke, y que en el viaje que narra fue dónde rescató al náufrago escocés Alexander Selkirk, cuya historia serviría posteriormente de inspiración a Daniel Defoe para escribir Robinson Crusoe.
¿Quiere esto decir que a Barbanegra le gustaba leer libros de piratas? Queremos pensar que sí, aunque es dificil saber si fue él realmente el propietario del libro, o si lo estaba leyendo cualquier otro miembro de su tripulación. Lo que si sabemos con certeza es que fue uno de los piratas más célebres de todos los tiempos. Su auténtico nombre era Edward Teach, pero debía su apodo a su poblada barba oscura que solía peinar en tirabuzones. Además tenía una curiosa costumbre: Antes de lanzarse a la batalla se colocaba cerillas encendidas bajo el sombrero. Eran largos palillos que ardían lentamente, hechos de cuerda de cáñamo mojado en salitre y agua de sal. El efecto resultaba aterrador. Su cara, con los feroces ojos y el pelo enmarañado de la barba, estaba enmarcada en humo y a sus víctimas les parecía un demonio salido del infierno.
Barbanegra murió en combate en 1718 (seis años después de la publicación del libro cuyos restos han aparecido ahora), decapitado por el capitán de la marina británica Robert Maynard.
Vicente Fernández López