El majestuoso Templo de Kukulkán, en Chichen Itzá, es una pirámide maya a la que los conquistadores españoles apodaron El Castillo. Los arqueólogos se han adentrado en los corredores inferiores de esta fabulosa construcción, y han descubierto que uno de ellos estaba tapiado. El uso del georadar ha permitido descubrir que al final del mismo hay agua, lo que significa que da a un cenote.
Un cenote es una formación geológica llena de agua. Y es habitual que algunas construcciones mayas estén conectadas a ellos. Primero, porque eran una de sus principales fuentes de agua dulce y, segundo, porque para ellos tenían un importante significado cosmológico.
El hallazgo de numerosos restos humanos (la mayoría de ellos pertenecientes a niños) ha hecho pensar a los arqueólogos que en esta zona se realizaban sacrificios humanos, porque ese túnel sellado era con toda probabilidad un pasadizo que, según las creencias mayas, conducía al inframundo. Y por ese motivo querían apaciguar a las deidades que allí reinaban.
No es la primer avez que se realiza un hallazgo similar. Ya en 2016 apareció un túnel similar en las ruinas mayas de Palenque, con una inscripción que decía: «Un dios guiará a los muertos hacia el inframundo, al sumergirlos en el agua para que sean recibidos”. Este descubrimiento se realizó en el llamado Templo de las Inscripciones, que es la tumba de un mítico rey maya llamado Pakal. Su figura aparece en un relieve subido a horcajadas sobre lo que los amantes de la ufología han identificado como una especie de nave espacial, motivo por el que se conoce a dicha imagen como «el astronauta de Palenque».
Vicente Fernández López