Numerosas fuentes históricas revelan que la crucifixión era uno de los métodos que los romanos utilizaban para aplicar la pena de muerte a prisioneros, criminales y esclavos. La más famosa de todas habría sido la de Jesús, narrada en el Nuevo Testamento, aunque no hay evidencias que confirmen la autenticidad de ese episodio bíblico.
Hasta la fecha tampoco existían muchas evidencias arqueológicas sobre la crucifixión romana. Tan solo, en 1968, durante unas excavaciones realizadas en Jerusalem, se habían encontrado los restos de un hombre que había sufrido dicho suplicio. Y, ahora, por fin, han aparecido los de otro.
Los nuevos restos fueron encontrados en 2007 durante una excavación realizada en Venecia. Pero nuevos análisis realizados por un equipo de la Universidad de Ferrara han descubierto signos de que el hombre fue crucificado. Concretamente, han encontrado marcas que indican que sus pies fueron clavados en un madero, y que el clavo atravesó completamente el hueso calcáneo, situado en el tobillo. En cambio, no han hallado indicios de que sus muñecas también fueran clavadas, lo que sugiere que sus brazoss pudieron ser sujetados al madero con cuerdas.
Los restos del hombre indican que su cadáver no fue sepultado, sino quemado, lo que hace pensar que podría tratarse de un esclavo. Hay que recordar que según las crónicas, los romanos aplicaron este mismo suplicio a más de seis mil esclavos capturados tras la rebelión de Espartaco, en el siglo I antes de Cristo.
Fuente: LiveScience.
Vicente Fernández López