Desde hace años, el ingeniero de sistemas George Goble, profesor de la Universidad de Purdue, se reúne con alumnos y colegas para celebrar con una barbacoa el fin de clase.
Cada curso, Goble intenta encender la barbacoa más deprisa. Ha probado con secadores de pelo, propano, antorchas de acetileno… Su último intento, con oxígeno líquido, estableció un récord.
Goble encendió el carbón en solo tres segundos… Y casi funde la barbacoa.
La gesta de este ingeniero de sistemas nos inspiró para hacer algunos experimentos en la redacción. Como experto en tecnología y sibarita confeso, reunía las condiciones perfectas para explorar el más allá de la gastronomía molecular: la cocina extrema.
Así me convertí en cocinero sin sartén y sin cazo. Pero contaba con un motor de explosión, una lámpara Fresnel y una bobina Tesla. Seguro que algo se nos ocurriría.
Pero antes, un poco de historia. La ciencia culinaria sirve ante todo para parchear las carencias de nuestro sistema digestivo, ya que nos permite comer lo que no podemos digerir crudo.
Un buen ejemplo es la carne: cocinada es un placer; de lo contrario, nuestro sistema digestivo se rebela. Hay pescados, tubérculos, raíces y hongos que matan en crudo, pero alimentan cocinados.
Solo las frutas (y no todas) suelen ser consumidas en estado natural.
Es necesario aclarar que no recomendamos el uso de estas técnicas; pueden resultar peligrosas.
Es mejor dejar estas “habilidades” a los profesionales… y a los locos.
Redacción QUO