Nuestras manos son especiales. No son tan fuertes como las de otros primates. Pero la forma de sus dedos, la movilidad de la muñeca, y la firmeza de sus palmas, les confieren una gran destreza. Esa capacidad es fruto de la evolución, un proceso al que han contribuído acciones como el uso de herramientas.

Pero hay primates que también usan herramientas y que emplean sus manos para cascar cocos, y otras actividades similares. Entonces, ¿cuáles pudieron ser las acciones que más influyeron en la particular evolución de las manos humanas? La respuesta la ha encontrado un estudio realizado por la Universidad de Kent.

Los investigadores usaron un sensor en forma de guante llamado Plionte para medir la presión que se ejercía con las manos al realizar diversas acciones: cascar nueces con piedras, golpear con un palo, partirlo… Y descubrieron que las dos actividades que requerían más presión eran quebrar huesos para comer el tuétano, y golpear dos pedernarles para provocar chispas con las que encender un fuego.

El tuétano tuvo que ser una gran fuente de proteínas,y grasas para nuestros ancestros. Y de la importancia que tuvo aprender a hacer fuego, ya ni hablamos. Los autores del estudio creen que esas dos actividades (aunque sehguramente no fueron las únicas) jugaron un papel esencial a la hora de que nuestras manos se desarrollasen hacia su forma y características actuales.

Fuente: ScienceAlert.

Vicente Fernández López