Hirohito fue el emperador de Japón desde 1926 hasta 1989, el año de su muerte. Durante su mandato, los japoneses atacaron Pearl Harbor, involucrándose así en la II Guerra Mundial. La contienda finalizó en 1945, con el lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
El emperador era considerado una divinidad por los japoneses, que escucharon por primera vez su voz cuando se dirigió al país por la radio para anunciar la rendición de Japón. Las autoridades americanas de ocupación decidieron mantenerle en el trono pero, desde aquel momento, perdió su aura de divinidad.
Nunca ha quedado del todo clara cual fue la responsabilidad de Hirohito en la guerra; si fue un impulsor de la misma, o un mero títere manejado por quienes buscaban el conflicto. Pero, ahora, se ha hecho público el diario del que fue su chambelán, Shinobu Kobayashi. Según sus anotaciones, en 1987, tras recuperarse de una grave operación, Hirohito comenzó a manifestar fuertes remordimientos por las atrocidades cometidas durante la guerra.
Según el diario del chambelán, el emperador se sentía parcialmente responsable de las mismas, y manifestaba deseos de no querer vivir mucho más tiempo. Hirohito, fallecería dos años después, y dichos remordimientos le acompañaron hasta el último día de su vida.
Vicente Fernández López