Si una mujer tiene que elegir entre renunciar durante dos semanas al sexo o a internet, abandona sin dudar lo primero. Al menos el 46% de ellas, según la encuesta encargada por la compañía Intel Corp., fabricante de procesadores. Por su parte, solo el 30% de los hombres abdicaría de relaciones íntimas. La encuesta no ha podido ser más avispada. Y es que para ellas la red puede ser fuente de experiencias que jamás habrían imaginado.

Internet y sexo son conceptos siameses, como lo son sexo y tecnología, y las posibilidades con las que los encuestados podrían desafiar sus expectativas de abstinencia serían infinitas.
No estamos hablando solo de lugares de encuentros virtuales, chats eróticos y webcams, prácticas que pronto empezarán a sonar anacrónicas, a pesar de ser adictivas para más de 12 millones de usuarios en todo el mundo.

Ahora hemos dado un paso más. En Estados Unidos, la escritora de referencia en estas lides, Regina Lynn, también lo ha hecho, y sin remilgos: “La tecnología está cambiando nuestras costumbres sexuales, y pronto habremos perdido el miedo a la mezcla de sexo, tecnología e internet. De hecho, ya está ayudando a enfrentarse a ciertos temores y disfunciones”.

Relaciones sexuales con I+D

La industria tiene la pasión de los primeros tiempos: vibradores que transmiten señales wireless para satisfacer las peticiones de la pareja, programas informáticos que reproducen el acto sexual y máquinas diseñadas para el placer de todos los públicos.

Abundan los juegos virtuales donde sus personajes disponen de sensores en sus zonas erógenas para que el usuario aprenda a darles placer, respetando sus exigencias, caprichos y manías. Ahí está el ejemplo de Virtually Jenna, un juego cuyo objetivo es llevar a Jenna James, estrella del porno, al orgasmo. La tarifa, excluido el hardware: unos 24 € mensuales.

Redacción QUO