Cuando el Comité para la Clasificación de las Películas británico ordenó cortar 12 segundos del filme Cum Queens (Reinas del semen) en 2002, se encontraron con el ataque de un sector inesperado: un grupo de feministas.

El segmento mostraba a algunas actrices eyaculando fluidos durante el orgasmo. El Comité cinematográfico adujo que la eyaculación femenina no existía: las actrices tenían que haber rodado el fragmento orinando. Y orinar sobre un actor está prohibido por el Acta de Publicaciones Obscenas de Reino Unido.

El grupo Feministas Contra la Censura reunió todas las evidencias científicas que encontró para probar que algunas mujeres de hecho eyaculan. El Comité finalmente se echó atrás con respecto a su negación completa del fenómeno, y declaró que la eyaculación femenina era “un asunto controvertido y sujeto a amplio debate”.

Sin embargo, solo fue un paso atrás parcial, ya que dicho Comité insistió en que las escenas en cuestión “no eran más que una micción en toda regla enmascarada como eyaculación”.
La discusión plantea una cuestión interesante. En el siglo XXI, cuando la biología humana ha sido escudriñada hasta el nivel genético, ¿cómo puede seguir abierto a debate el asunto de la eyaculación femenina?

Los libros de medicina no se manifiestan sobre este aspecto de la fisiología femenina, y la mayor parte de los médicos nunca ha aprendido nada al respecto, a no ser que lo experimenten ellas mismas, si son mujeres, o lo observen en sus parejas.
Aunque sigue siendo controvertido, muchos científicos aceptan ahora que algunas mujeres puedan eyacular cierta especie de fluido durante la excitación sexual o el orgasmo. Pero cuestiones como lo común que sea, qué fluido es y si sirve para alguna clase de función son varias de las preguntas más discutidas en la investigación sexual contemporánea.

Y sin embargo, no es orina

Muchos textos históricos, como el Kama Sutra, hablan del fluido femenino, igual que lo hicieron escritores como el médico griego Hipócrates. A veces, dichos escritores puede que se refirieran a las secreciones vaginales normales, que se incrementan durante la excitación sexual.

Sin embargo, hay referencias a algo más parecido a la eyaculación. En el siglo XVII, el médico y anatomista holandés Regnier De Graaf hablaba de: “Líquido que normalmente chorrea de las partes pudendas”.

Durante el pasado siglo, Ernst Gräfenberg, el médico alemán que dio su nombre al controvertido punto G, prestó atención a la eyaculación femenina en un informe publicado en 1950 en The International Journal of Sexology. “Esta convulsa expulsión de fluidos ocurre siempre en la cúspide del orgasmo y simultáneamente con él”, escribió en la revista, y añadió: “Ocasionalmente, la producción de fluidos es tan profusa que es necesario extender una gran toalla bajo la mujer para evitar que las sábanas se manchen.”

La mayoría de la gente no se tomó el informe en serio, ya que se pensó que Gräfenberg estaba describiendo meramente un tipo de incontinencia. Porque, además, es verdad que unas pocas mujeres experimentan cierta pérdida del control de la vejiga durante el sexo.

Redacción QUO