UN MITO QUE SIGUE FASCINANDO
¿Pero cuál es realmente el poderoso atractivo de una virgen? ¿El placer sexual es realmente más intenso o simplemente el goce reside en exhibirlas como trofeo, en una expresión de poder? La psicóloga y sexóloga Carmen Bermejo Romero expresa su opinión al respecto: “Cuando la mujer no ha tenido relaciones anteriormente, él suele notar ‘un obstáculo’ a vencer en el momento de la penetración, pero fundamentalmente es un matiz egoísta, el hecho de “ser el primero”.
Si se trata de un hombre con convicciones religiosas muy arraigadas (musulmán, católico practicante, etc.), le atrae considerar que se encuentra con una mujer coherente con sus creencias espirituales. La psicóloga recuerda que las comunidades primitivas recurrieron a la virginidad para evitar la arraigada costumbre del incesto: “Posteriormente, sirvió para asegurarse de que las herencias iban a parar a los descendientes legítimos.
El cristianismo la consagró como algo imprescindible para la mujer, al vincular las relaciones sexuales fundamentalmente al ámbito del matrimonio y al hecho de procrear”, comenta la experta. Hoy, la virginidad como objeto de trueque es una idea arcaica que prevalece sencillamente porque: “Vivimos en una sociedad de oferta y demanda. Tengamos en cuenta que, según las encuestas, el 79,11% de la población femenina ha perdido la virginidad antes de los 25 años, y hay muchos que todavía confunden valor con precio”, explica.
Estos días, Suazilandia, el país africano más azotado por el virus del sida, celebra su tradicional Baile de las Cañas. Allí se reúnen cada año decenas de miles de vírgenes, niñas y adolescentes, que compiten semidesnudas por ocupar un lugar en el harén de su rey, el poderoso Mswati III. Este hombre ha determinado marcar las nalgas de las personas infectadas por el VIH y exige votos de virginidad a las alumnas de los colegios más prestigiosos del país, obligándoles a llevar un llamativo distintivo que las identifica como doncellas.
La pena que se impone por tener la osadía de cortejar a una de estas jóvenes asciende a 1.300 emalangeni (casi un diez por ciento de su renta anual), o una cabeza de ganado. La controvertida reverencia al himen es así, de nuevo, una simple cuestión monetaria.

Redacción QUO