La naranja mecánica

En realidad, el título de la famosa novela de Anthony Burgess, convertida luego en película por Stanley Kubrick, fue fruto de una errata. Lo cierto es que el novelista había bautizado su obra con el nombre de ‘A clockwork orang’, utilizando un término malayo (país en el que había residido) que significa “ser humano”. Por tanto, la novela en español se llamaría El hombre mecánico, que casa muy bien con su contenido, dado que esa es la condición a la que su protagonista, Alex, queda reducido por los experimentos a los que le someten en prisión. Pero el editor pensó que lo de ‘orang’ era una errata y que Burgess había querido decir ‘orange’ (naranja), y lo “corrigió” y lo envió a la imprenta sin decirle nada.

El cartero siempre llama dos veces

Quien solo haya visto la versión cinematográfica protagonizada por Jack Nicholson y Jessica Lange, seguro que se habrá preguntado: ¿y dónde está el cartero del título? Para saberlo hay que leer la novela de James M. Cain o ver la primera versión que se hizo en cine, dirigida por Tay Garnett en 1942. En ambas se nos explica que la pareja protagonista comete un crimen por el que son juzgados, pero acaban saliendo absueltos. Más tarde, ella muere en un accidente, pero todo resulta tan sospechoso que él vuelve a ser acusado de asesinato y esta vez sí que es condenado. Antes de ser ejecutado, él reflexiona sobre su destino: “Ahora lo comprendo todo. La muerte es como el cartero. Cuando viene a buscarte y no te encuentra, siempre llama dos veces”.

Un perro andaluz

A raíz de su estreno, corrieron ríos de tinta intentando explicar el sentido metafórico de este cortometraje de Luis Buñuel y Salvador Dalí. Pero, tal y como ellos explicaron años después, no tenía significado. En un principio iba a llamarse ‘Es peligroso asomarse’, en referencia al cartel que llevaban las ventanas de los trenes de la época, pero finalmente lo desecharon. En su lugar le pusieron ‘Un perro andaluz’, que era el de un libro de poemas de Buñuel que no llegó a publicarse.

Beltenebros

Quien haya leído esta novela de Antonio Muñoz Molina sabrá que el nombre hace referencia al apodo del villano, un comunista que delata a sus camaradas en el Madrid de la posguerra. Pero para entender tal apodo hay que sumergirse en la literatura de caballerías. Beltenebros es el sobrenombre del célebre Amadís de Gaula cuando pierde la razón y es condenado a vivir en una cueva. Igual que él, el Beltenebros de Molina vive sumido en la oscuridad de una caverna contemporánea: un cine clausurado.

El beso de la mujer araña

El libro de Manuel Puig trata sobre dos presos que comparten celda: un activista político y un homosexual, Molina. El segundo es un traidor, aunque el primero no lo sabe. Molina, un soñador impenitente, le cuenta a su compañero argumentos de películas llenas de amores imposibles y mujeres fatales. Al final, Molina se enamora de su compañero y, al morir, lo hace feliz, ya que en su mente se ve como una de esas fascinantes heroínas que atrapaban a los hombres en sus redes, como si fueran arañas.

Otra vuelta de tuerca

Para muchos aficionados, esta obra de Henry James, es la mejor novela de fantasmas jamás escrita. Aunque la frase que le da nombre (‘The turn of the screw’ en el original) puede leerse en los primeros párrafos de la misma, pocos han sabido encontrar relación entre dicho título y la historia narrada. Una de las leyendas del mundillo literario afirma que cuando James entregó el manuscrito a su editor, este quedó entusiasmado y le preguntó: “¿Cómo piensa llamarla?” El escritor le sugirió un nombre provisional, pero al editor no le convenció: “No me gusta. Dele otra vuelta de tuerca”. Expresión que a Henry James le encantó y optó por incluirla en el prólogo para justificar así su elección como título.

Man of the moon

Volvemos con Miloš Forman. Su película biográfica sobre el cómico Andy Kaufman toma el título de una canción de idéntico nombre que el grupo REM compuso en 1992 (seis años antes de que se rodara el filme) en honor del peculiar humorista. La canción se llama así debido a que Kaufman basaba muchos de sus números cómicos en hacer bromas sobre la famosa conspiración según la cual la llegada del hombre a la Luna no fue más que un montaje.

Soldados de salamina

La famosa novela de Javier Cercas que recrea el fallido fusilamiento del poeta falangista Sánchez Mazas durante la Guerra Civil española despistó en el momento de su publicación por su referencia a la batalla naval que griegos y persas libraron en 480 a. C. El novelista lo justificó explicando que: “Cuando descubrí la historia de Sánchez Mazas, yo sabía tanto sobre él como sobre la batalla de Salamina”.

Un tranvía llamado Deseo

Al principio de esta obra de Tennessee Williams (convertida en película por Elia Kazan), la protagonista, Blanche DuBois, llega a Nueva Orleans y para trasladarse hasta la casa de su hermana tiene que coger un tranvía que se llama… pues eso, Deseo. Pero lógicamente, la referencia es un símbolo del frágil y delicado estado emocional de la “heroína”, una mujer marcada por el sufrimiento, que ha perdido el control de su vida y que solo puede llegar hasta donde su deseo la impulse. En su caso (la mujer está traumatizada por el suicidio de su marido homosexual) se trata del deseo que despierta en ella la virilidad casi animal de su cuñado, Kowalski.

Blade Runner

Esta mítica película de Ridley Scott sobre un detective especializado en “retirar” (liquidar) robots demasiado humanizados está basada en un relato de Philip K. Dick titulado ¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas? Pero lo de Blade Runner (que podría traducirse como “el que corre tras la cuchilla”) es porque se aplicaba ese apodo a un grupo de policías que perseguían a traficantes de material quirúrgico.

Perros de paja

Aquí la cosa fue un puro capricho del director, Sam Peckinpah. La película (para quien no la conozca) trata sobre un apocado matemático americano que se muda con su esposa a un pueblecito inglés. Los patanes locales la violan a ella y lo humillan a él, que acaba liándose a tiros con todos. Semejante historia podría haberse llamado de mil maneras, pero Peckinpah debió de levantarse con el día filosófico y, tras leer unas páginas de una obra del maestro chino Lao Tze, extrajo el nombre de una de sus citas: “El cielo y la tierra son crueles, tratan a todos los seres vivos como si fueran perros de paja”. La verdad es que la cita de cualquier otro le habría servido igual de bien.

Los 400 golpes

La ópera prima de François Truffaut cuenta la historia de un adolescente huérfano, su pasión por el cine y sus primeros pasos en sociedad… Su título es una metáfora que funciona en dos direcciones: se refiere a los golpes que debemos encajar para madurar y crecer como personas, y también a los que tenemos que dar para abrirnos paso en este mundo.

El expreso de medianoche

Quien haya visto esta famosa película de Alan Parker sobre un joven encarcelado en una prisión turca ya sabrá que en ella no sale ningún tren. Para encontrar la explicación hay que ir al libro en el que está basada; su autor, Billy Hayes, explica que: “El expreso de medianoche” era la expresión que utilizaban los reclusos para referirse a un intento de fuga nocturno. Como título, resulta sugerente y evocador, pero se entiende que no quisieran explicarlo en  el filme, ya que en él, el protagonista se fuga a plena luz del día.

Carros de fuego

Más simbolismo que ha provocado la muerte de muchas neuronas. El director de esta película, Hugh Hudson, se inspiró en el verso de un poema de William Blake (‘Bring me the chariots of fire’/Traedme los carros de fuego) titulado ‘Jerusalem’. De esta manera, pretendía hacer un paralelismo entre los carros voladores del Antiguo Testamento y las excepcionales aptitudes atléticas de los corredores del filme, que parecen no pisar el suelo.

Alguien voló sobre el nido del cuco

Ken Kensey, el autor de esta novela, convertida en película por Miloš Forman, trabajó como celador en una institución mental. El escritor cuenta que los empleados tenían su propia jerga, y que cada vez que llegaba un nuevo interno comentaban: “Otro para el nido del cuco”. Pero lo cierto es que a muchos críticos no les convence esta versión del propio autor y esgrimen otras teorías. Robin Wood, por ejemplo, apunta a que el cuco es un pájaro que coloca sus huevos en nidos ajenos. Y que el manicomio sería como un nido de dicha ave porque en él hay un personaje ajeno a ese ambiente que no está loco (el que en el filme encarna Jack Nicholson).

¿Quién teme a Virginia Woolf?

Otro título que ha hecho devanarse los sesos a cientos de aficionados. Los personajes masculinos de esta obra de Edward Albee (llevada al cine por Mike Nichols) son dos profesores de literatura, que discuten sobre la obra de la escritora británica (lesbiana) antes de entregarse, junto con sus esposas, a un juego de crueldad y humillación. En un momento determinado, uno de los personajes (el que en el filme encarna Elizabeth Taylor) le canta con cruel ironía a su marido: “¿Quién teme a Virginia Woolf?” La frase tiene realmente sentido en inglés, “Who’s afraid of Virginia Woolf?”, ya que es una versión paródica de “Who is afraid of the big bad wolf?” (¿quién teme al lobo feroz?). Con la cantilena, ella se burla cruelmente de la impotencia profesional, sexual y mental de su esposo.