Bucear en aguas repletas de residuos nocivos

Para sellar escapes en reactores nucleares o limpiar estanques de sustancias tóxicas
Nada de peces de colores y caballitos de mar. Lo que les espera a estos profesionales es un océano de orines, residuos radioactivos, agujas hipodérmicas… Steve M. Barsky, autor del libro Bucear en entornos de alto riesgo, relata que su peor experiencia fue en una granja de cerdos. “Un tipo se había metido con su camión en el lago de desperdicios y se había ahogado. No solo estaba lleno el estanque de orina y heces líquidas de cerdo, sino que también el granjero había arrojado allí todas las agujas usadas para inyectar a los cerdos antibióticos y hormonas”, cuenta. Pero como había que recuperar el cadáver del conductor, no le quedó más remedio que introducirse en aquel mar de inmundicias. Al igual que él, existen en todo el mundo varios centenares de profesionales que, provistos de trajes completamente estancos, están preparados para realizar inmersiones en aguas residuales, nadar dentro de reactores nucleares y bucear a través de escapes tóxicos. Es un trabajo muy peligroso, porque basta una rotura en el traje estanco para que todo un regimiento de bacterias y toxinas lo inunde. En España existe ya alguna empresa dedicada a esta tarea, aunque es habitual que sean equipos especialmente entrenados de buzos de la Armada y de la Guardia Civil los que actúen para limpiar los residuos en casos de accidentes como el del Prestige en Galicia y el del Don Pedro en Ibiza. Pero si se trata de sellar fugas en los reactores de las centrales de energía atómica, el Consejo de Seguridad Nu­clear español cuenta con sus propios equipos de profesionales.

Oceanógrafo

Vivir y nadar en un mar de malas noticias
Los científicos creen que el exceso de pesca acabará con el alimento del mar alrededor de 2048, y que los arrecifes de coral serán escombros en unas décadas. El trabajo de ocea­nógrafo no es apto para quienes sufran con las noticias negativas. Además, hay que sumar muchos riesgos; como le pasó a Ron Johnstone, un biólogo marino que se intoxicó por culpa de una cianobacteria. Aparte de que no siempre el esfuerzo da resultados, como les ocurrió a los investigadores españoles que en 2002 invirtieron un millón de euros y varios meses de trabajo en ser los primeros en grabar a un cracken (calamar gigante) en su hábitat. Al final, el honor se lo llevaron unos japoneses.

Basurólogo

Un nuevo tipo de ‘arqueólogo’ que escarba en los desechos
Las basuras dicen de nosotros más de lo que creemos. Por eso, William Rathje, investigador de la Universidad de Standford, lleva desde 1973 escarbando en los vertederos, para estudiar nuestros hábitos de consumo. El método de trabajo del autodenominado “basurólogo” consiste en perforar 15 pozos en cada vertedero, y extraer de ellos 20 toneladas de desechos. ¿Pero sirve para algo tanto trabajo? Rathje ha aprendido que los pañales sucios suponen el 2% del total de residuos, y el papel, el 45%; y que los perritos calientes duran hasta 24 años. También analizó la basura de Tucson, Arizona, para catalogar seda dental usada, cepillos y tubos de pasta, y comparar lo que dicen las encuestas de salud bucal con la realidad. Esta disciplina también llamada “residuística”, ya existe en España. Concretamente, en Madrid ya se celebra desde hace cinco años la feria Basurama, que reúne a los expertos nacionales sobre el tema.

Envasar bichos para los estudiantes

A algunos hay que practicarles la eutanasia antes de empaquetarlos
Hace falta tener estómago para pasar ocho horas al día envenenando y empaquetando cucarachas, gusanos, ratas y bichos de toda condición. Pero ese es el trabajo diario de los técnicos de los laboratorios que se encargan de preparar las muestras que los colegios utilizan en sus clases de biología. Lo más sencillo son las pulgas y las cucarachas, que basta con empaquetar en tarros llenos de alcohol. En cambio, a las ranas y a las palomas hay que practicarles la eutanasia in situ, y luego embalsamarlas inyectando látex coloreado en sus arterias. No todos son capaces de soportar este trabajo, y como explica Jim Collins, jefe de uno de estos laboratorios: “Algunos técnicos tiran la toalla asqueados al segundo día”.

Estudiar las heces de las ballenas

Kilos de caca maloliente que hay que recolectar con palas
El excremento de estos cetáceos es de color naranja aceitoso y puede flotar en el mar hasta una hora después de su deposición. Los investigadores como Rosalind Rollan, bióloga del Acuario de Botan, utilizan perros especialmente adiestrados para detectar este “tesoro fecal” a una milla de distancia. ¿Pero por qué es tan valiosa la caca de ballena? «Gracias a sus heces puedes comprobar si están preñadas, medir sus hormonas y examinar su genética», explica la experta. Además, el estudio de estas deposiciones ha deparado otras sorpresas colaterales. Como la que se llevó Nick Gales, de la División Antártica Australiana, al convertirse en 2003 en el primer humano que fotografiaba la flatulencia de una ballena.

Esterilizar elefantes

Con la ayuda de una grúa, una sonda con cámara y unas tijeras de podar
El testículo de un paquidermo es una especie de bola de 30 cm de largo, resguardada por 5 cm de piel, 10 de grasa y 25 de músculo. Una verdadera cámara acorazada. Por ese motivo, hacerle la vasectomía a un elefante no era tarea sencilla hasta que el veterinario Mark Setter inventó, el pasado año, un laparascopio de fibra óptica de un metro veinte de largo, unido a un monitor de video. Después de sedar al animal, el especialista y su equipo utilizan una grúa para enderezar a la colosal bestia. Luego, Setter realiza varias incisiones de 10 cm cerca de los órganos reproductores, y va introduciendo en ellas el laparoscopio hasta localizar el vaso deferente, un conducto de 1 cm de grosor que transporta el semen del elefante desde los testículos al pene. Una vez localizado, el veterinario introduce unas tijeras tamaño jardinero y corta una parte del vaso. El método funciona, y ahora Setter está instruyendo en su manejo a los veterinarios de los parques africanos en los que es necesario controlar el número de ejemplares de elefantes, para evitar que se reproduzcan de forma excesiva y alteren su hábitat natural.

Entomólogo forense

Cómo resolver asesinatos estudiando bichos
Los detectives que investigan un crimen necesitan conocer el “intervalo post mórtem”, el tiempo que va desde el instante de la muerte hasta la aparición del cadáver. La clave está en la fauna cadavérica que anida en los restos mortales. Pistas que son analizadas por los entomólogos forenses. Estos profesionales saben que las larvas de la Phiophila casei (mosca aficionada a la grasa humana) aparecen a partir de las 24 horas del deceso. En general, los dípteros del genero Musca, que se alimentan con los líquidos cadavéricos, solo aparecen en el “período sarcofágico”, que abarca los primeros meses tras la muerte del individuo. Luego, viene el perío­do dermesteriano, en el que las moscas son sustituidas por unos coleópteros llamados “polillas de los cadáveres”. Pero en España, tal y como explica Marta Saloña, directora del Servicio de Entomología Forense de la Universidad del País Vasco, estos profesionales no solo resuelven crímenes, sino que también investigan epidemias e intoxicaciones. “Los insectos, que pertenecen a áreas muy localizadas, pueden dar pistas sobre la procedencia de un cuerpo o una mercancia en mal estado”, explica la experta. “El problema surge porque en España no hay registros completos de los insectos que anidan en cada región.”

Cobaya humana a las órdenes de la ESA

Para estudiar los efectos de la falta de gravedad
Pasar 60 días atado a una cama, sin poder moverse y con la cabeza más  baja (en un ángulo de 6º) que el resto del cuerpo no es una experiencia agradable. Pese a ello, 24 mujeres europeas se ofrecieron en el año 2004 para participar en un experimento similar. Su finalidad era estudiar cómo afectaba la falta de gravedad al organismo femenino. Seguramente, el sueldo de 15.200 € influyó en el ánimo de las voluntarias, que lo pasaron muy mal. Porque, aparte de la inactividad, la postura en la que reposaban hacía que la sangre fluyera en más cantidad hacia su cabeza, provocándoles una sensación de aturdimiento y de entumecimiento muscular.