Las obras de arte más grandiosas, los diez mejores deportistas de la historia… A los humanos nos gustan los listados, tal vez porque implican poner un poco de orden en el caos de nuestra vida. Hay listas útiles y fabulosas, como la que están elaborando unos científicos de la Universidad de Stanford, California (EEUU), para incluir a todas las especies de animales marinos, y otras que exudan toneladas de bilis, como las que se entretenía en rellenar Luis Buñuel con las personas que, a su juicio, merecían morir.

Las que aquí te presentamos están extraídas del libro de Karl Shaw Personas que murieron practicando el sexo (y otras 100 listas desagradables). Nosotros solamente hemos seleccionado doce, pero, además de ser las más divertidas, también te enseñarán cosas llamativas; aunque, claro, perfectamente inútiles.

6 errores bélicos

Creso, rey de Lidia. Según relata Heródoto, antes de atacar Persia en 545 a. C., el monarca consultó al Oráculo de Delfos, que le dijo: “Si atacas, destruirás una gran nación”. Y así fue; solo que al final, los persas destruyeron a los lidios.

Gustavo Adolfo de Suecia se negó a llevar armadura en la batalla de Lützen (1632). “El señor es mi coraza”, cuentan las crónicas que dijo. Pereció en la lucha.

El general Santa Ana se empeñó en echar la siesta antes de la batalla de San Jacinto (1836), en la guerra por la independencia de Texas. Según el historiador Stephen L. Hardin, los texanos le rodearon mientras echaba su cabezadita.

La caballería inglesa no atinó en la batalla de Chillianwala (India) en 1848, y cargó en la dirección errónea.

John sedgwick, general del Ejército nordista, desafió al fuego enemigo en la batalla de Spotsylvania (1864) gritando: “No sois capaces ni de darle a un elefante”. Un balazo le atravesó el ojo izquierdo.

Rommel dejó su puesto en Normandía porque todo estaba tranquilo. Al día siguiente desembarcaron los Aliados.

Las 9 lunas de miel… más amargas

Atila (406-453). Leyendas germánicas recogidas por E. A. Thompson afirman que el rey de los hunos murió antes de consumar el acto con su duodécima esposa. Le reventó una arteria y se ahogó en su propia sangre.

Adolf Hitler y Eva Braun se suicidaron tras la ceremonia nupcial, en 1945, tomando cápsulas de cianuro.

César Borgia (1475-1507). Se “cagó”, literalmente, ya que, según una obra de Mario Puzo, un bromista cambió su poción para el vigor sexual por un laxante.

John Ruskin (1819-1900). A este escritor británico le repugnó tanto la visión del pubis de su esposa, Effie, que nunca consumó su matrimonio. Al menos, eso es lo que ella confesó a su familia en una carta descubierta por la historiadora Mary Luytens.

George Crossman. Este carnicero de Londres la emprendió a martillazos con su esposa tras discutir en la noche de bodas.

John Harvey Kellogg (1852-1943). El inventor de los cornflakes se pasó la velada nupcial escribiendo un capítulo de una obra sobre las bondades de la abstinencia sexual. Así lo cuenta T. C. Boyle en su libro El balneario de Battle Creek.

Gregory McCloud. Esta tremebunda historia la publicó el Reader’s Digest en 1922, y la protagoniza un granjero de Minnesota que se rompió las costillas al levantar en brazos a su obesa esposa de 102 kilos.

Sachi y Tomio Hidaki. A ciertas edades hay que ser cuidadosos. Lo demuestra el caso de esta pareja de ancianos japoneses que se casaron en 1978 tras décadas de soledad. Según el diario Mainichi, la emoción de verse desnudos les provocó sendos ataques al corazón. Se salvaron de milagro.

Lady Di y el príncipe Carlos. Tal y como relata Andrew Morton en su controvertida biografía sobre Diana de Gales, ella y su marido pasaron la noche de bodas leyendo unos textos de Carl Jung.

Las 4 muertes más orgásmicas

Félix Faure. Presidente de la República Francesa de quien dicen que pasó a mejor vida en 1899 mientras una fulana le hacía una felación.

Lord Palmerston, Primer Ministro británico, murió, según una versión oficiosa relatada por Oscar Wilde, en 1865 de un infarto mientras fornicaba con una doncella sobre una mesa de billar.

Cardenal Jean Danielou. Teólogo y autor de 14 tratados sobre moral sexual, falleció en 1974 en casa de la corista Mimi Santoni. Oficialmente, había ido a confesarla.

Papa Juan XII. La tradición popular dice que lo mató a martillazos un marido que (en el año 964) le sorprendió en la cama con su esposa.?Aunque hay otras versiones que aseguran que Su Santidad era homosexual.

Los 5 médicos más peligrosos

Sir James Clarke (1788-1870). El doctor personal de la reina Victoria de Inglaterra tuvo que examinar a una doncella para ver si estaba embarazada, ya que su vientre se había hinchado. El médico certificó que estaba en estado; pero la chica murió meses después por un tumor.

William Arbuthnot Lane (1856-1943). Un eminente cirujano escocés, hasta que en 1903 se obsesionó con el colon, un órgano que consideraba inútil y que extirpó innecesariamente a muchos pacientes.

Walter Freeman (1895-1972), el apóstol de la lobotomía. Este neurólogo estadounidense las realizaba prácticamente en serie, recorriendo el país en un vehículo conocido como el “lobotomóvil”.

John Richard Brinkley (1885-1942) pretendía curar la impotencia trasplantando las glándulas sexuales de un chihuahua. Cobraba 750 $ por intervención, hasta que le retiraron la licencia.

Rolando Sánchez. Como si fuera un chiste macabro, este médico de Florida le amputó el pie bueno a un paciente de gangrena. La “broma” le costó una indemnización de 250.000 dólares.

Los hobbies más absurdos de 8 crueles tiranos

Stalin. Ver películas de Hollywood. Su favorita era La ciudad de los muchachos.

Hitler. Leer las obras de Karl May, un escritor de novelas del Oeste.

Nicolae Ceaucescu. El dictador rumano era adicto a la cetrería.

Idi Amin. Los dibujos animados. Sus preferidos eran los de Tom y Jerry.

King Jong Il. El líder norcoreano colecciona pornografía.

Mobutu. El déspota zaireño era adicto a las compras.

Saparmurat Niyazov. El presidente de Turkmenistán atormenta a su pueblo escribiendo poemas épicos.

Mussolini. Escribió un plúmbeo estudio sobre la literatura rusa.

La cara salvaje del ‘deporte’

Atleta flambeado. El filósofo Luciano de Samosata relató la historia de Peregrinus, un griego que, en 150 a. C., se prendió fuego con la llama olímpica para probar su fe en la reencarnación.

Patear cabezas. Hacia el 850, los britanos practicaban un juego que consistía en patear la testa de un cautivo.

Carreras de piojos. Fueron muy comunes entre los soldados en 1862, durante la Guerra de Secesión.

Lanzamiento de granadas de mano. Curiosa competición “explosiva” organizada por Mao Tse Tung en 1956.

Futbolista acribillado. El colombiano Andrés Escobar fue asesinado con doce disparos en 1994, tras marcar un gol en su propia meta.

Los despojos humanos más célebres

La pierna ortopédica del general Santa Ana. Se la robaron los tejanos en una batalla, y actualmente se exhibe en un museo militar de Minnesota.

Tejido canceroso de Grover Cleveland. Un tumor extirpado de la mandíbula de este presidente estadounidense se conserva en el Museo Mutter de rarezas médicas, en Filadelfia.

El pene de Napoleón Bonaparte. Fue vendido en una subasta en 1972 a un urólogo estadounidense por 3.800 $.

La cuarta vértebra cervical del rey Carlos I. Fue robada en 1649 por el cirujano que realizó su autopsia, y luego cayó en manos del novelista Walter Scott, quien se hizo un salero con ella.

La cabeza de Walter Raleigh. Tras la ejecución de este pirata británico en 1618, su viuda hizo disecar su testa y durmió con ella hasta el día de su muerte.

El pelo de Bob Marley. Su peluquero se guardó un mechón de cabellos y en 2003 lo vendió por ¡8.000 dólares!

Deformidades que hicieron historia

Moisés. En el Éxodo se dice que tenía “los labios sin circuncidar”, de lo que se deduce que quizá tuviera labio leporino.

Ricardo III (1452-1485). Según la descripción que hizo Shakespeare, el monarca inglés tenía una chepa tan mítica como la del Jorobado de Notre Dame.

Ana Bolena (1507-1536). Algunas crónicas dicen que sufría polidactilia (seis dedos) y tenía tres pezones.

Napoleón (1769-1821). Padecía una deformidad de los testículos.

Káiser Guillermo II (1859-1941). Los documentos del Archivo Imperial han revelado que nació con un brazo más corto, que disimulaba con una prótesis.

Hitler. También padecía una deformidad testicular. Según un chismorreo de Eva Braun, se debió a la agresión de una cabra alpina. ¿Hablaría en serio o solo bromeaba?

Los 6 chanchullos políticos más sonados

Charles D. B. king. Presidente de Liberia elegido en 1927 en unas elecciones que figuran en el Libro Guinness de los Récords como las más fraudulentas de la historia. King obtuvo 600.000 votos, pese a que el país solamente tenía 150.000 votantes registrados.

Ngo Dinh Diem fue el candidato que los franceses propusieron en 1955 para reemplazar a Bo Dai, el líder de Vietnam del Sur.?Fue elegido, aunque quizá influyó el hecho de que las papeletas con su nombre estaban en rojo (símbolo de buena suerte) y las de su rival en verde (señal de funestos presagios).

Papá Doc Duvalier. Graham Greene cuenta en su libro Los comediantes que en 1961 el presidente de Haití fue reelegido sin un solo voto en contra. Luego aclara que todas las papeletas llevaban su nombre.

Frank O’donnell. Candidato al Ayuntamiento de Filadelfia que falleció en 1972, a una semana de la elección. Para no aplazar el proceso, se mantuvo su nombre en las papeletas. Ganó, pese a estar fiambre.

Sadam Husein. El periodista Kevin Woods relata en su libro Saddam’s delusions que, en 1981, ante la grave crisis creada por la interminable guerra con Irán, el dictador iraquí se sometió a una moción de confianza de sus ministros. Solo el de Sanidad se
atrevió a votar en contra, pero Sadam le pegó un tiro allí mismo.

Larry Evans. Un senador de Texas que apareció muerto en su casa. La autopsia dictaminó que el cadáver llevaba allí al menos una semana.?Lo curioso es que en ese período de tiempo, el finado había votado varios proyectos de ley.

8 víctimas de hemorroides

Sócrates. Aunque puede que sea una leyenda derivada del hecho de que murió bebiendo cicuta, veneno destilado del conium, una planta que también se usaba para tratar las almorranas.

Nerón. Según los escritos de Petronio, el emperador necesitaba dos cojines para sentarse con comodidad.

Alejandro Magno. Al parecer, fue Aristóteles quien le aconsejó usar una especie de supositorios hechos de áloe vera para tratar esta dolencia.

Martín Lutero. Así consta en la obra de Wilhelm Rein The life of Martin Luther.

Charles Dickens. Existe constancia de que de niño fue tratado de esta dolencia por el médico de la prisión de Fleet, donde su padre cumplía condena.

Edgar Allan Poe. La enfermedad menos grave que padeció el escritor, cuyo cuadro clínico incluía depresión, alcoholismo y principio de esquizofrenia.

La reina Victoria. Se las trataba con unas hierbas que el explorador Livingstone le trajo de África.

Marilyn Monroe. Lo asegura Norman Mailer en su biografía de la actriz. También las padecía su amante Bobby Kennedy.

6 grandes hitos en la historia del papel higiénico

1400. Los artesanos chinos diseñaron unos pañuelos de seda muy suaves, para que el emperador pudiera limpiarse su real trasero.

1509. Enrique VIII instauró el cargo del groom of the stool (“compañero del taburete”), un sirviente que tenía la misión de limpiar el ano real con la mano.

1725. François Rabelais dejó testimonio, en su obra Gargantúa y Pantagruel, de cómo algunos nobles se limpiaban el trasero usando una pluma de ganso.

1750. Los marinos británicos descubrieron que los nativos de Hawai usaban cáscaras de coco, cuya dureza hace que siempre tuvieran el ano irritado.

1880. La revista Almanaque del granjero de Estados Unidos se convirtió en la primera (y única) que se diseñó con un agujero para ser colgada en el retrete exterior que tenían las casas de entonces.

1890. La Compañía de Papel Escocesa fue la primera que fabricó el papel higiénico tal y como lo conocemos actualmente y en serie. Pero le pareció un producto tan denigrante, que se negó a incluir el nombre de la firma en el envoltorio.

Las 5 normas de etiqueta más extravagantes

Escupir a tu semejante. Es una muestra de afecto para los masai.

Beber el agua de lavar los pies. Hasta bien entrado el siglo XX, las mujeres de la tribu de los Nerikot, en Nepal, debían mostrar sumisión a los hombres con esta repugnante costumbre.

Comer con las manos. Era lo refinado para los nativos de las islas Fiji, que solo usaban una especie de cubiertos de madera cuando comían carne humana.

Orinar en una rueda. Un ritual que realizan los cosmonautas rusos antes de cada lanzamiento.

No soltar ventosidades. Las leyes de Manú, un milenario texto sagrado de la India, prohíben peerse en un templo. ¿La pena? Ser empalado por el ano.