Cuando nuestro cerebro crea expectativas acerca de un tratamiento que no posee elemento activo, está sucumbiendo al efecto placebo y a una larga tradición originada con las plañideras de la Edad Media. Estas lacrimógenas profesionales cantaban el salmo 116 de la Vulgata: Placebo Domino in regione vivorum (complaceré al Señor en la tierra de los vivos). En estas aparentes expresiones de dolor está el origen de “placebo” como sustituto fingido de lo real. El concepto se fue trasladando a otros campos y comenzó a utilizarse en medicina. En 1785, un diccionario médico lo definía: “Medicina falsa, supuestamente inerte o inofensiva que, no obstante, puede tener en el paciente efectos tanto positivos como negativos”. 

Para desentrañar el misterio que rodea al placebo, nos reunimos con el doctor Amir Raz, profesor de Psiquiatría en la Universidad McGill de Canadá y uno de los más destacados investigadores del mundo en este ámbito, con el objetivo de hacer un repaso de los estudios y experimentos más interesantes realizados con ellos. Sus resultados no te dejarán indiferente.

Alergia a nada

Un desconcertante estudio realizado en Japón utilizó a 13 personas alérgicas a la hiedra venenosa (Toxicodendron radicans). En un brazo se les frotó una hierba inocua, pero se les dijo que era hiedra venenosa. Mientras que el otro brazo estuvo en contacto con el verdadero objeto de sus alergias, pero se les hizo creer que era una planta aromática. Los resultados fueron sorprendentes. Todos manifestaron una reacción alérgica en el brazo que había estado en contacto con la planta inofensiva, pero solo dos de ellos mostraron sarpullidos en el brazo que sí fue rozado por la hiedra.

Ebrios sin alcohol

Uno de los experimentos que mejor refleja cómo nuestro cerebro responde ante ciertas expectativas lo realizó el psicólogo y divulgador Richard Wiseman al reunir en una fiesta a dos grupos de estudiantes identificados con chapas rojas y azules, respectivamente. A los primeros les daría a beber tragos con alcohol, mientras que a los de la chapa azul les hizo creer que disfrutarían de las mismas bebidas… pero se las sirvió con cero grados etílicos. 

Antes de comenzar la reunión, Wiseman les tomó diferentes pruebas de equilibrio, atención y memoria. Tras el “guateque”, volvieron a realizar las mismas pruebas del inicio y los resultados de todos los participantes fueron marcadamente peores. No importó que los jóvenes con la chapa azul no tuvieran nada de alcohol en sangre: deambulaban mareados por el bar, mostraban claramente efectos de beodos y los resultados de las pruebas finales fueron similares a los de aquellos que sí habían bebido alcohol.

Los experimentos sociales de Wiseman han sido confirmados en múltiples ocasiones, y los resultados se han vuelto a repetir en investigaciones con alcohol y placebo, como las de los psicólogos Seema Assefi y Maryanne Garry, de la Universidad Victoria en Nueva Zelanda.

Muelas que no duelen

Wilson Harvey, del Eastman Dental Hospital de Londres, en colaboración con un grupo de neurocientíficos del departamento de Psiquiatría del University College, publicaron un estudio que levantó un gran revuelo en la comunidad científica. En 1986 se había desarrollado un nuevo tratamiento contra el intenso dolor causado por la inflamación tras la extracción de las muelas del juicio, consistente en aplicar ultrasonidos en las encías. 

El método funcionó y los pacientes se encontraban más aliviados tras él. Posteriormente, y para medir la eficacia del nuevo tratamiento, los expertos introdujeron un sencillo método de control por el que manipularon la sonda que emitía los ultrasonidos: el aparato parecía encendido cuando en realidad estaba desenchufado. Los resultados fueron fascinantes. Los pacientes así tratados seguían experimentando una acusada disminución del dolor, y la inflamación de las encías se reducía en un porcentaje asombrosamente similar a los efectos analgésicos y antiinflamatorios logrados cuando el instrumento estaba realmente encendido.

Una operación de rodilla ¿innecesaria?

La osteoartritis es la forma más común de artritis. Causa dolor, inflamación y problemas en las articulaciones. Para la osteoartritis de rodilla, la operación más común y eficaz es la cirugía artroscópica. Al año se realizan más de 650.000 en Estados Unidos. En 2002, un artículo publicado en The New England Journal of Medicine dejó a los expertos con la boca abierta. Su autor, el Doctor J. Bruce Moseley, reunió a 180 pacientes y los dividió en tres grupos. A uno se le realizó la verdadera cirugía, a otro solo un lavado de la articulación y al tercer grupo se le hizo creer que le habían realizado la cirugía aplicando unos pequeños cortes superficiales. Después de sedar al sujeto, Moseley abría un sobre lacrado para saber si al paciente le tocaba cirugía real o placebo. Después de 2 años, los que habían sido operados mejoraron, como era de esperar; sin embargo, aquellos que solo habían tenido cirugía placebo experimentaron en una proporción prácticamente similar los mismos efectos favorables. Apenas había diferencias entre la intervención quirúrgica y el placebo. 

Trabajas más si te vigilan

A principios de la década de 1920, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos escogió a un destacado sociólogo de la Universidad de Harvard, George Elton Mayo, para realizar un estudio encaminado a mejorar la productividad de los obreros. La investigación se desarrolló entre 1924 y 1932, y se llevó a cabo en la factoría de componentes eléctricos Hawthorne Works de Chicago. Lo que se descubrió desconcertó a los estudiosos de la época. En una primera fase se aumentó la iluminación de la fábrica, que se saldó con un incremento de la productividad de los operarios. Luego, descendieron el nivel de luz del lugar, y la productividad no solo no se redujo, sino que en algunos momentos volvió a elevarse. Los extraños resultados empujaron a Elton a realizar algunos cambios más en los turnos de trabajo y en los tiempos de descanso entre la plantilla… y la productividad nuevamente se incrementó. Es más: continuó al alza durante los años que duró el estudio. Al finalizar la investigación, los datos de productividad volvieron a sus niveles normales. La solución comenzó a verse clara: los operarios trabajaron más eficazmente durante el tiempo que duró el estudio. ¡La producción se elevó porque se sabían observados!