Sí, duermo con él, pero luego desaparece…” “Hacemos el amor a todas horas…” “Hay tanta gente que se interpone para que no nos amemos…” Estas frases no pertenecen al diario de una quinceañera; son parte del historial clínico de una paciente que sufre delirio de amor hacia un actor al que saludó casualmente en un estreno.

Expresiones y consignas como estas son las que habrá alegado el hombre que tramó desde su celda el espeluznante y fallido secuestro de Justin Bieber. Obsesionado con él, le había enviado centenares de cartas y se tatuó su imagen. Puede que quizá se cruzasen en alguna ocasión, lo suficiente para que creyera que su ídolo estaba enamorado de él.

Esto en psiquiatría tiene un nombre: erotomanía, o delirio de creerse amado. Fue descrito por el doctor Gaetan G. de Clérambault a principios del siglo XX, y hoy se conoce como “síndrome de Clérambault”.

Es una de las formas de pasión delirante más habitual. “Consiste en la creencia infundada de que alguien –suele ser famoso o de cierto estatus– está enamorado locamente del sujeto.”, explica Jorge Castelló Blasco, psicólogo experto en trastornos de la personalidad y autor de La superación de la dependencia emocional.  “Sin fundamento alguno, interpretan que el otro está enamorado y actúan en consecuencia. Pueden presentarse en el trabajo del supuesto enamorado, incluso en su domicilio, o recorrer muchos kilómetros, cuando lo que se encuentran es el asombro y también el miedo de la otra persona”.

¿Cómo caemos en el delirio cuando amamos o deseamos a una persona? Todo enamorado sabe cómo en los primeros momentos se distorsiona la realidad idealizando en exceso a la pareja. Afortunadamente, esto está lejos de la intensidad emocional de la patología. “Pero solo determinadas personas caen en el verdadero delirio amoroso. Son aquellas con problemas de personalidad, como el trastorno paranoide, que destacan por sus ideas delirantes, o con trastornos mentales de tipo psicótico, que llegan a padecer los delirios de amor. También personas con trastorno límite de la personalidad o dependencia emocional grave.

Cuitas de erotómanos famosos

El delirio erótico está tan presente en el ser humano, que en la literatura, la historia, el cine y cualquier otra expresión es uno de los temas más recurrentes. Y, citando al psiquiatra francés Esquirol, “la locura de amor no respeta ni a sabios ni a locos”. El poeta catalán Juan Arolas pasó los últimos años de su vida atormentado por sus delirios eróticos. El propio Quijote, con su Dulcinea. Marcel Proust también padeció amores delirantes. Sus amantes masculinos, siempre jóvenes y promiscuos, le abocaban constantemente al desamor después de un tiempo de dedicación obsesiva y absoluta.

Sigmund Freud decía que uno siempre se enamora de un fantasma. Estos amores insatisfechos, que jamás se consuman, dejan un fuerte desencanto y frustración. Unas veces, los amores difíciles se quedan en flechazos transitorios de los que uno sale indemne, y solo unas pocas el amor ilusorio se lleva hasta el tormento. Y ese deseo sexual y amoroso no satisfecho acaba girando hacia sentimientos de melancolía y, después, resentimiento u odio.

Pero, como decía Stendhal, nadie ama de veras sin la esperanza de ser correspondido. O al menos, casi nadie…

Infiel por imposición

James Joyce hizo que su mujer se acostase con un amigo.

Obsesos al escape

Robert D. Hoskin asaltó la casa de Madonna en un par de ocasiones. En la segunda dejó una nota en la puerta con tintes religiosos recriminando a la cantante su forma de vestir y de tratar con el sexo opuesto. Finalmente fue detenido.

Machito en acción

John W. Hinckley, al más puro estilo neandental,  atentó contra Reagan para impresionar a Jodie Foster.

Amores que te dejan ciego

Lisa Nowak, astronauta de la NASA, agredió a Colleen Shipman, otra compañera, con gas pimienta por un ataque de celos.

La cosa no quedó ahí. También se la acusó de intento de secuestro, robo y agresión hacia su rival sentimental, por lo que tuvo que llevar una pulserita hasta que fue juzgada.