Si en algo estamos todos de acuerdo es en que los gatos dominan internet. Cientos de miles de memes, vídeos graciosos y fotos en internet lo demuestran. Como dice Superfalete, «tires a donde tires un gato, siempre cae en una cuenta de Instagram«.
Durante mucho tiempo hemos creído que el felino internauta ha nacido de la nada, llenando un nicho que estaba esperando ser ocupado. Pero lo cierto es que no. Antes de caer todos como moscas en la Red, los consumidores de medios de comunicación teníamos otras tendencias y preferencias diferentes. Hemos olvidado aquella época en la que libros polvorientos, cómics y series de televisión llenaban nuestros ratos de ocio con personajes perrunos a cual más molón.
Pero ¿cómo se las arreglaron los gatos para destronar al perro? Nuestros medios de comunicación se han dividido en dos y cada uno, el viejo frente al nuevo, tiene un espíritu animal adaptado a su ethos.
¿Hay alguna forma de demostrar esto o es simple conjetura?
El autor del artículo, Daniel Engber, trató de demostrar esta teoría. Para ello, realizó consultas en distintos buscadores (Google, Bing, Yahoo) y en fuentes de información basada en libros (Google Books, Amazon…), marcando los resultados de búsqueda relacionados con perros y gatos. Una vez obtuvo la información necesaria, se puso manos a la obra con el análisis. Su teoría quedaba confirmada: hay más perros en libros y más gatos en Internet.
Como ya reflejaba un reportaje de Naukas publicado en QUO a finales del pasado año, hay varias razones por las que los gatos podrían haberse hecho con la corona mediática de la Red. Si bien Engber alude a la ternura, creo que parte desde el punto incorrecto, pues los perros, al menos desde mi punto de vista, también causan esta emoción. La superioridad de los gatos en internet se debe más a otro tipo de sentimiento un poco menos sano: sed de venganza.
Como objeto de mofa, vamos a reconocerlo, los gatos son más divertidos que los perros. Esto no es, ni mucho menos, una crítica a los perros, que son animales fieles, humildes, ansiosos de complacer y que parecen estar perpetuamente a nuestro servicio sin importarles si eso es o no es humillante. El gato, por el contrario, ni es fiel ni mucho menos humilde, sino más bien chulo y estirado. Las cosas como son. Nos muestra su superioridad constantemente, ya sea caminando con exagerado estilo por una barandilla, fastidiando la tapicería que le has dicho mil veces que no arañe o encontrando sus pelos hasta en el cepillo de dientes. Tan dignos y seguros de sí mismos se contonean pasando de nosotros y de nuestros mimos y advertencias, que verlos humillados en vídeos de internet nos parece tremendamente divertido. Normal, ellos se lo han ganado.
No cabe duda de que este dominio gatuno de internet está enfocado al sarcasmo. El humor usado en la literatura o televisión con el perro es radicalmente distinto. No tiende a ridiculizar al animal, sino más bien a mostrar su nobleza. Eso sí, a diferencia de los gatos de internet, los mininos de la literatura son astutos y competentes. Una idea de esto es el Gato con botas o el Gato de Cheshire.
Con todos mis respetos al autor original del artículo, no creo que el recurso del perro en la literatura sea especialmente misterioso. La razón no es otra que el narcisismo, y no de perros y gatos, sino de las propias personas, que son quienes idean los guiones y las novelas. La gran mayoría de las historias hablan sobre la vida de la gente, y los perros siempre han estado encantados de interpretar un papel secundario para nosotros. Ellos son los compinches incondicionales, los Sancho Panza de las especies. Dorothy tiene su Toto, Tintín a Milú y Shaggy a Scooby Doo.
En lo que respecta a los gatos, si hay una historia en marcha, sólo puede ser sobre ELLOS. En primera persona y con todos los honores. Lo cojas por donde lo cojas, las novelas con personajes felinos tienden a ponerles en una posición de superioridad sobre nosotros, ya sea haciendo de reyes (“Carbonel: The King of the Cats”), asustándonos sin piedad hasta el horror (El gato negro, Edgar Allan Poe) o con una inteligencia muy por encima a la nuestra (Cheshire humillando a Alicia con sus paradojas). Exceptuando al gato que persigue a Piolín, que parece tonto de remate, y dejando de lado a Garfield, que es un meme en sí mismo, los gatos suelen mirarnos por encima del hombro en la realidad y en la ficción. Es evidente que tenemos que defendernos y contraatacar de la única manera que podemos – riéndonos de ellos – o acabarán dominando el mundo.