La playa austríaca

Tumbarse a media luz en las bañeras de arena caliente del balneario de Baden (a 26 km de Viena) es aún mejor que tener costa. Media hora enterrado a 45ºC tiene un poder relajante que a Mozart le venía que ni pintado para aplacar sus continuos tics. No fue el primero ni el último. Siglos antes, los romanos habían descubierto las aguas minerales de la zona; y después de él se instalaron allí Beethoven, Franz Liszt y Strauss.

Jaque mate a la gastritis

En pleno centro de Budapest (Hungría) se encuentra esta enorme terma de Széchenyi, enclavada desde 1927 en el patio de un hospital de aire decadente levantado 14 años antes. Allí, las aguas medicinales no sólo ayudan al  esqueleto (articulaciones) y al alma (enfermedades nerviosas) sino que, bebidas, alivian las dolencias estomacales. Y mientras uno se sana, qué mejor que sumergirse en la lucha de reyes y peones con el trampolín como mesa.

De marcha al baño turco

Esto es tejer para destejer. A tomar aguas calientes se va para tonificarse y descansar. Pero si entras en los baños turcos de Rudas, los más antiguos de la capital húngara, resulta que todo es excitación, baile, pinchadiscos y hasta una gogó, la única chica. No se puede tener todo.

Fueron a llamar a otro… macaco

Cuentan que un día de 1963, un macaco de Nagano (Japón) se lanzó a coger frutos de soja en este manantial de Jigokudani. El primate notó el calorcito de sus aguas y, como en la canción infantil, se fue “a llamar a otro elefante” (léase macaco). Desde entonces, todo el grupo  se baña allí y comparte solaz con los turistas.

Brindando y en teleférico

Entre copita y copita de sake, los nipones y todo el que se apunte se dan un chapuzón de aguas termales de Wakayama, que fluyen a 44ºC, mientras divisan el imponente paisaje de playas y santuarios budistas de la zona.

Bucear en arena volcánica

La única sauna de arena del mundo está al aire libre, en la playa de Surigahama (Ibusuki, Japón). El calor de la roca volcánica produce un vapor tonificante que es el atractivo de la zona. Y si se prefiere agua, muy cerca están sus famosas termas naturales, en pleno bosque.

Vayamos por partes

Hasta que cayó la URSS, los rusos remojaban su artritis en las aguas sulfuradas del spa de Matzeta, cerca de Sochi (Rusia). La que fue “capital del descanso” del obrero es hoy más bien la “capital” de la exportación de mujeres casaderas para Europa (suponemos que con más salero que la enfermera).

Una ducha de posguerra

Así de concurridos estaban los baños públicos de Komparu-yu (Tokio) un año después de rendirse a los estadounidenses en la II Guerra Mundial. Tampoco entonces se perdió en el país de los 20.000 manantiales este rito nacional. Allí es frecuente “pasar por agua” la hora de comer.

Enfermedad incurable

La de Wim Hof es una dolencia que no se alivia con ningún remojo. El angelito tiene la manía de batir en bañador los récords de buceo bajo el hielo. Esta vez estaba en Finlandia, logrando el de 50 m. Una tira de luces le indicaba el camino del éxito. Realmente incurable.

Hacerse el (mar) muerto

Hamei Mazor (Israel), a orillas del mar Muerto, es el mejor sitio del mundo para tumbarse sobre el agua. Allí, la salinidad del mar es tal, que se flota como un balón. Sus propiedades minerales y los barros negros son en parte el resultado de una geología peculiar. La evaporación rápida del agua tiende una bruma permanente sobre el mar que filtra los rayos UAB del sol, lo cual reduce bastante la posibilidad de quemaduras. Además, el aire tiene un 10% más de oxígeno. De morirse.