Agosto suena a preludio: un romance, una experiencia fascinante, un viaje inolvidable… Nadie piensa en la dichosa picadura de avispa que lleva cada verano a unas 2.000 personas a urgencias por una reacción. Ni en una indigestión de marisco, en la innoble diarrea, en un tropiezo o en una insolación que nos emparentará con la familia del cangrejo. Pero ocurren.

Las infecciones por bacterias aumentan hasta un 17% por cada 10ºC que sube la temperatura

Y muchas veces por insensatez o por la necesidad de adrenalina que la intensidad lumínica potencia. El dichoso balconing se produce sobre todo durante estos meses de vacaciones. Vale que el estrés es necesario para sentirnos vivos, pero ¿por qué sufrir un verano acelerado?

Urgencias de estío
De hecho, según las estadísticas uno de cada tres accidentes infantiles se produce de junio a septiembre. Normalmente insolaciones, intoxicaciones e infecciones, pero también hay ahogamientos y accidentes graves.
En verano, la hora punta en las salas de urgencias de nuestro país se produce a partir de las ocho de la tarde. “Suelen ser trastornos comunes, casi siempre digestivos, e incidentes relacionados con golpes y las altas temperaturas”, asegura Juan Armengol, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias. De nuestro lado, la mejora de nuestro estado de ánimo que se produce en esta época del año para manejar cualquier contratiempo.

Arena traicionera

La lágrima debería ser un mecanismo de respuesta suficiente cada vez que el ojo detecta la presencia de un cuerpo extraño, ya que contiene enzimas especialmente dedicadas a destruir bacterias.
Sin embargo, la arenilla de la playa puede obstruir el conducto lagrimal, así que lo mejor es lavarlos con agua abundante unos diez minutos sin restregarse, e intentar sacar cualquier partícula con una gasa estéril o la esquina de un pañuelo bien limpio.

Ojos: los olvidados del verano

A pesar de que son veinte veces más sensibles al sol, en los ojos no hay terminaciones nerviosas para el dolor que den la voz de alarma, por lo que la exposición suele ser asintomática. Igual que en la piel, los efectos de la radiación solar son acumulativos, por lo que los daños pueden aparecer a largo plazo: cataratas prematuras, lesiones en los párpados e incluso cáncer. Laura de Íñigo, directora del Instituto Varilux, advierte de que incluso en días nublados es necesario bloquearlos de los rayos con gafas con factor de protección, no mirar nunca al sol y, en caso de sequedad, usar colirio.

Bichos en tu cocina

Los principales focos de infección son las tablas de cortar y los cuchillos, que se usan igual para carnes, verduras y pescados. Los microorganismos presentes en cada alimento, bacterias o virus, se diseminan con una facilidad pasmosa y contaminan la mucosa del estómago y del intestino. Los síntomas pasan en un par de días, pero el malestar sigue tres o cuatro más.

La mala sombra de Grey

La temporada de accidentes sexuales la inauguró un estadounidense al quedar atrapado en una gigantesca escultura con forma de vagina en Berlín. Los ardores propios de la época inspiran prácticas que acaban saturando el trabajo de los bomberos a causa del uso de esposas, sogas y otros objetos.

Demasiado frenesí

Dice Leandro Plaza, presidente de la Fundación Española del Corazón, que tan perjudicial es tomar las vacaciones como un período de chiringuito, cañas y tapas, de exasperante calma chicha, como vivirlas en un abrumador e incesante desafío emocional, físico y sexual.
“Nuestro metabolismo y nuestro corazón”, dice, “no encuentran peor enemigo que los cambios vitales, de temperatura o de alimentación bruscos. Para no sufrir, el organismo necesita un proceso de adaptación paulatino”, asegura Plaza.

Atrapado por el verano

Si en otoño aumentan las depresiones, el calor excesivo y las expectativas de las vacaciones provocan un repunte de casos de ansiedad, debido al gran consumo de energía que realiza nuestro metabolismo para mantener la temperatura adecuada. Este esfuerzo extra se traduce en nerviosismo, cansancio e irritabilidad. La Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés aconseja no confundir el agobio del calor con estrés, gestionar los tiempos sin tensión, dormir bien, seguir una alimentación equilibrada, hidratarse y practicar alguna técnica de relajación.

Frustración ante el espejo

La obsesión por la perfección dispara las alarmas en verano y deja al descubierto trastornos mentales relacionados con la imagen patológica que tenemos de nosotros mismos: anorexia, bulimia, vigorexia, dismorfia corporal…
La novedad es que cada vez más adultos caen en este deseo de una imagen perfecta y en la distorsión de la realidad porque no soportan la presión social de ciertos cánones estéticos. Algo que se incrementa cuando llega el momento de ponerse el bañador y ropa ligera. Y a cualquier edad, por cada hombre enfermo hay diez mujeres.

Accidentes cardiovasculares

Cada año hay más espacios turísticos cardioprotegidos con desfibriladores, y cada año aumenta la población que lo necesita. Cargamos el plato de grasas saturadas, nos lanzamos al agua fresquita en plena ola de calor y atiborramos el cuerpo de radiación, faltas capitales para los aquejados por patologías cardíacas.

¡Golpes de insensatez!

Las prácticas temerarias en el agua causan el quince por ciento de las lesiones medulares que se registran en nuestro país, sobre todo en adolescentes. No existe trastorno definido que explique una conducta como el balconing, muy vinculada a la necesidad de adrenalina y la falsa sensación de heroicidad con la que vanagloriarse en las redes. La psiquiatría está estudiando cierta predisponibilidad genética a la búsqueda incesante de emociones que encuentran inspiración en ideas como la vieja serie americana Jackass, donde sus protagonistas se jugaban constantemente la integridad con actividades de riesgo máximo –no solo para ellos– siempre grabadas.

Peligrosa línea del biquini

Sabías que la reacción del sol sobre el ADN ocurre con la pasmosa rapidez de un picosegundo, la millonésima parte de una millonésima de segundo? Y eso, a pesar de que el color rojizo no se intensifica hasta las 24 o 48 horas después de la exposición. Químicos de la Universidad Estatal de Ohio comprobaron que el ADN emplea reacciones químicas propias para repararse a sí mismo, pero cuando las células han sufrido demasiado daño, simplemente mueren. Los daños crónicos crean mutaciones que conducen a enfermedades como el cáncer de piel. Ya sabemos que las quemaduras solares graves antes de los 18 años aumentan un 200% el riesgo de contraerlo. Y cuando la piel pierde su escudo protector frente al sol, el cloro, el sudor y múltiples alérgenos provocan erupciones y reacciones que gracias a las nuevas técnicas pueden diagnosticarse en 20 minutos con una precisión del 98%. Aunque lo más aconsejable es conocer el patrón de lunares, marcas y pecas, para detectar cualquier cambio y consultar.