A nadie le gusta que le roben. Pero a lo largo de la historia, algunos bandoleros se han ganado el cariño del pueblo por luchar contra las injusticias y, por eso, se han convertido en leyendas que se han incorporado al folclore popular. Vamos a repasar los casos de algunos de esos «proscritos generosos».

Nezumi kozu

 Apodado el chico rata, por su habilidad para introducirse en cualquier edificio, se le atribuyen más de tres robos en el japón de 1800. En el momento de su detención tenía muy poco dinero, lo que motivó el nacimiento de la leyenda que dice que parte de sus botines los repartía entre los pobres.

 

Jurak Janosik

 Mitad bandido mitad rebelde, este líder eslovaco formó en el año 1700 una guerrilla entre los campesinos de los Cárpatos. Él y sus hombres saqueaban a los mercaderes de la zona, y repartían sus ganancias con los más desfavorecidos.

 

El Tempranillo

Nacido en un pueblo de Córdoba en 1805, José María el Tempranillo fue el más célebre de todos los bandoleros andaluces. Le apodaban el bandido bueno porque luchaba contra los latifundistas, y pagaba grandes sumas de dinero a los pueblos más deprimidos, para que le dieran cobijo. Fue perdonado de sus delitos tras acogerse a un indulto real, y murió en una emboscada tendida por otro bandolero que había sido compañero suyo.

Jesse James

 Probablemente, uno de los más famosos bandidos del salvaje oeste. Formó una banda con su hermano y sus primos (los Younger), que actuaron en los estados de Misuri y Kansas. El pueblo le adoraba porque se mantuvo fiel a la causa confederada, incluso al finalizar la guerra, y solo asaltaba bancos y compañías que representaban los intereses de los estados del Norte.

 

 

 

Scottie Smith

Hijo de una familia aristocrática de Escocia venida a menos, se convirtió en forajido en Suráfrica a finales del siglo XIX. Robaba en las minas de diamantes y en las granjas má acomodadas, y se le apodó el Robin Hood del Kalahari.