Casi cuatro mil reclusos malviven en la prisión de Quezon, en Manila, la capital de Filipinas. Este penal fue construido inicialmente para albergar a unos novecientos internos, pero la guerra sin cuartel que el gobierno filipino le ha declarado al tráfico de drogas, ha provocado una sobresaturación en las principales cárceles del país. Los presos no tienen camas para dormir. Tienen que hacerlo en el suelo en el patio del penal o en sus pasillos. Pero, el espacio es tan reducido que les obliga a hacer turnos para poder cerrar los ojos por unas horas.
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