Ni los incas ni los españoles fueron capaces de dominar a los jíbaros, una de las tribus más feroces del Amazonas. Aunque, curiosamente, el único extranjero que logró ganarse su respeto fue un gallego llamado Ildefonso Graña Cortizo quien, a principios del siglo XX, se convirtió en el rey de esta tribu tras curar a varios de sus miembros enfermos.

Los jíbaros se dedican actualmente a la agricultura pero, en el pasado, fueron grandes cazadores. Su arma preferida era la cerbatana, y ninguna presa escapaba a sus dardos envenenados con curare. Pero, además, estos guerreros se ha hecho legendarios por su costumbre de reducir las cabezas de animales y humanos.

Para ello, realizaban un corte en la nuca y tiraban de la piel hasta desprenderla del cráneo. Luego la metían en agua hirviendo, con una poción formada por jugo de lianas y otras hojas, que servía para reducir su tamaño y para evitar que se callera el cabello. Una vez seca, le introducían una piedra dentro, y la dejaban expuesta al humo, para acaba de curtirla.

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