Imagina un mundo en el que humanos y robots conviven de forma cotidiana: las máquinas serían nodrizas, harían tareas domésticas, e incluso nos darían placer. El gran novelista y divulgador Isaac Asimov, maestro de la ciencia ficción, soñó con ello en su novela Yo, robot (1954), en la que retrató el miedo instintivo del hombre hacia las máquinas: ¿Podemos confiar el cuidado de nuestros hijos a unos androides metálicos, o corremos el riesgo de que los hagan papilla si “enloquecen” por un cortocircuito en sus programas?

El libro está formado por nueve cuentos, y cada uno plantea un dilema. En este reportaje hemos recreado visualmente cuatro de los robots de la novela. Cada ilustración esconde un enigma. Te invitamos a resolverlos, tal y como Asimov hizo en su obra. Todos remiten a una pregunta: ¿los robots sólo son montones de chatarra programados para obedecer, o entre sus circuitos esconden algo parecido a un “alma”?
No es un reto difícil. Para superarlo, sólo hay que tener muy presentes las tres Leyes de la Robótica promulgadas por Asimov, autor cuya personalidad es tan fascinante como su inabarcable obra literaria.

Un huracán creativo
¿Cómo se puede escribir más de quinientos libros en cincuenta y cuatro años? Isaac Asimov (1920-1992) lo tenía claro: trabajando ocho horas durante cada uno de los siete días de la semana. El autor sólo descansaba dos veces al año, para celebrar su cumpleaños y la Navidad (cosa curiosa, ya que era judío y ateo), y su concentración al escribir era tal, que llegó a decir: “Si se celebrara una orgía en mi despacho, ni me molestaría en mirar. Bueno… a lo mejor un poco”.

Lecturas prohibidas
Aunque su padre no quería que leyera historias de ciencia ficción por considerarlas una “tontería”, el pequeño Asimov lo hacía a escondidas.
Y era sólo un niño (tenía quince años) cuando publicó, gratis, su primer relato de género fantástico, La amenaza de Calixto, en una revista especializada.?Pero para cobrar su primer sueldo, tuvo que esperar hasta 1940: le pagaron cuarenta y siete dólares por el cuento Abandonados cerca de Vesta.

Asimov se escribe con S
Paralela a su fama como escritor creció también su leyenda de hombre maniático. En 1948 se doctoró en Bioquímica, y por eso cargó toda su vida con el apelativo de “el buen doctor”, que le resultaba detestable. Incluso escribió un artículo, Mi nombre se escribe con S, en que explicaba cómo le irritaba esa costumbre. Además, sentía pánico a volar, odiaba el deporte y no sabía montar en bicicleta. Para completar su cuadro clínico, padecía agorafobia, y sólo se sentía cómodo en habitaciones sin ventanas.

Odio a los ‘listillos’
Asimov era muy estricto para elegir amistades: no soportaba a los petulantes y a los engreídos. Por eso, se dio de baja del club de los MENSA, formado por los hombres más inteligentes del mundo, harto de la arrogancia de sus socios. Respecto a sus creencias, el novelista se declaraba ateo. “No tengo pruebas que demuestren la no existencia de Dios, pero estoy tan convencido de ello, que no pienso perder mi tiempo buscándolas”, decía.

El talento del escritor no se ceñía sólo a la literatura: inventó una nueva ciencia, la Psicohistoria, que combinaba sociología, historia y estadística para adivinar el comportamiento futuro de grandes masas de población.
Asimov formuló esta teoría en la saga literaria Fundación, una pentalogía cuya trama se sitúa en un lejano futuro en el que la raza humana ha formado un imperio galáctico. Usando la Psicohistoria, el científico Hari Seldon predice el caos de su civilización.

Alegato antigorrones
El autor también escribió textos llenos de humor, como Asesinato en la convención, novela en la que satiriza el mundillo literario y arremete contra los editores despiadados, los críticos aduladores y los escritores “gorrones”, que acuden a las convenciones literarias para comer gratis.

Un pozo de sabiduría
Pero, además de novelista, su prestigio como divulgador histórico y científico fue inmenso. Escribió volúmenes sobre la historia de Inglaterra y Estados Unidos, y su formación científica le permitió crear dos brillantes obras de consulta: Breve historia de la Química e Introducción a la ciencia.

Una extraña pareja de polis
De entre todos los caracteres surgidos de su pluma, Asimov sentía gran predilección por la pareja de policías futuristas formada por el inspector Elijah Baley y el robot Da­neel Olivaw. Su primera aparición tuvo lugar en la novela Bóvedas de acero (1954), y luego protagonizaron otros tres libros: El sol desnudo, Reflejo exacto y Los robots del amanecer. Otro de sus personajes emblemáticos es Susan Calvin, la psicóloga de androides creada en el cuento Embustero, y que también fue la protagonista humana de Yo, robot.

Canto a la esperanza
Su última obra fue Asimov ríe de nuevo. Fue publicada en 1992, antes de su muerte, debida a una enfermedad renal. Pese a que el novelista era plenamente consciente de su grave estado de salud, el libro desprende un optimismo que resulta admirable. Como homenaje, reproducimos el final: “En mi vida he tenido a Janet, a mi hija Robyn, y a mi hijo David. He disfrutado de mis amigos y he creado mi obra literaria. Ha sido una vida plena, así que no os preocupéis por mí. Sólo espero que el libro os haya proporcionado algunas carcajadas”.

Redacción QUO