Una startup con sede en Múnich está desarrollando un revolucionario taxi volador. Su nuevo prototipo de taxi aéreo de cinco plazas ha podido completar su primer vuelo.

Tiene 36 motores a reacción totalmente eléctricos que le permiten despegar y aterrizar verticalmente, pero carece de cola, timón, hélices y caja de cambios. Con tan solo una parte móvil en el motor este avión se propone llevarnos a donde queramos. “Hoy estamos dando otro gran paso para hacer realidad la movilidad aérea urbana. Hemos podido diseñar, construir y hacer volar con éxito un avión que servirá como nuestra plantilla para la producción en masa» dijo Daniel Wiegand, cofundador y director ejecutivo de Lilium.

El diseño relativamente simple, más allá de los 36 motores a reacción eléctricos necesarios para el despegue y el aterrizaje vertical, y lo hace más seguro y asequible que otros aviones. Una vez en el aire, la potencia necesaria en crucero es poco más que la de un automóvil eléctrico. El diseño de ala fija que tiene ofrece un alcance más amplio que el de los competidores con aviones basados ​​en aviones no tripulados, que consumen mucha más energía para mantenerse en el aire.

La empresa ya está buscando la certificación para su nuevo avión a través de rigurosas pruebas de vuelo, aunque muchas personas puede que tengan reservas acerca de la ambición declarada de Lilium, «un mundo donde cualquiera puede volar a donde quiera, cuando quiera», dijo Wiegand. Remo Geber, director comercial, dijo que el avión hace menos del 2% del ruido de un helicóptero: «Se puede utilizar esto en las ciudades donde vive la gente, es totalmente eléctrico. Es muy diferente».

retro flying car

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La firma tiene el objetivo de ofrecer taxis aéreos basados en aplicaciones de estilo Uber en varias ciudades para 2025. Uber, empresa que por cierto, también está intentando hacerse con este mercado, compitiendo contra Airbus y la compañía china Ehang que tienen sus propios prototipos.

Parece que ya no queda tanto para que nuestras ciudades se parezcan a las de las películas de ciencia ficción.

Esther Sánchez