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Qué necesitas:
Una lata de refresco con gas

Tras agitar el envase (1), dale unos capirotazos mientras la giras (2). Tira después de la anilla y oirás un “psssst” sin que ningún azucarado géiser te bañe (3).
Al abrir la lata, el volumen de cada burbuja de CO2 aumenta debido a que la elevada presión a la que están sometidas tiende a igualarse con la de la atmósfera. Cuando se liberan, arrastran junto a ellas el líquido que las circunda.
El truco es desplazar las burbujas de las paredes y el fondo de la lata hacia la superficie, es decir a ese espacio de cabeza donde no hay líquido. Eso lo consigues dando pequeños golpecitos en el envase.

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Redacción QUO