Si alguien cree que es un gasto superfluo el hecho de fabricar el nuevo billete de 10 euros que ayer presentó el Banco Central Europeo que anote este dato: hasta septiembre de 2013 se habían retirado de la circulación 350.000 billetes de esa cuantía falsos. La cuenta es fácil: tres millones y medio de euros corriendo por ahí.

Por eso, la autoridad monetaria ha decidido comenzar a fabricar nuevo papel, y a distribuirlo a partir de septiembre de este año. Las nuevas medidas de seguridad son varias: el número 10 es de color azul pero cambia a verde esmeralda al girarse, gracias a una impresión especial que forma un holograma (hay algunas ilustraciones más que lo llevan). Además, esos dígitos tienen cierto relieve. El papel es más firme para evitar el deterioro: un billete muy usado oculta sus «señas» de autenticidad, así que es más fácil falsificar uno. Y en los bordes izquierdo y derecho del anverso hay una serie de líneas cortas en relieve «que facilitan la identificación del billete, especialmente a las personas con problemas de visión», según detalla el BCE.

Un billete muy usado oculta sus «señas» de autenticidad, así que es más fácil falsificar uno

Precisamente, una de esas personas con pérdida de visión es José Pedro, un ciego que trabaja en la ONCE. Para él sí que sería necesario que los billetes conservaran más tiempo su robustez ya que «con el paso del tiempo y el uso, los elementos en relieve pierden toda su efectividad. No se nota nada», cuenta a QUO. La mayor fuente de información para los ciegos (tanto si son vendedores de cupones como si no) es el tacto, pero, dado el deterioro de la textura, «casi lo único de lo que nos podemos fiar es del tamaño del billete», algo que no va a cambiar en el nuevo modelo.

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Después de 11 años de uso, todos los ciegos reconocen perfectamente la moneda europea, pero cada uno emplea su técnica. «La ONCE da sus consejos pero luego lo más habitual es que los vendedores tengan los billetes y monedas colocados en cierto orden para trabajar más rápido», cuenta José Pedro. También, cuando nació el euro se distribuyeron una especie de medidores de billetes (véase la foto de la izda.) que servían para saber su cuantía al doblarlos (se estableció ese formato para que la placa no fuera demasiado aparatosa). Por supuesto, las tablillas contienen los dígitos en la lengua de Braille.

En todo caso, los ciegos pueden valerse de aplicaciones para smartphone que reconocen billetes con solo fotografiarlos. Quizá la más completa es LookTel Money Reader, que es capaz de indicar de qué moneda se trata y de qué país procede (reconoce euros, dólares de varios países, monedas asiáticas, africanas…). El sistema funciona por simple comparación de imágenes, pero está lo suficientemente perfeccionado para que no cometa errores aunque la iluminación sea deficiente o el ejemplar esté doblado o deteriorado.

El segundo sector que puede sufrir percances por el cambio de billetes es el del manipulado del dinero. Hay toda una industria que trabaja con maquinaria que precisa de accesorios de control del dinero. Los tres puntos calientes son las máquinas de recuento de billetes (como las que poseen los cajeros de bancos y grandes comercios), los llamados «monederos» de las máquinas expendedoras (ya sean de «vending», de tickets de transporte, etcétera) y los dispositivos de comprobación de la autenticidad de los billetes.

«Las adaptaciones son de dos tipos: una pequeña de hardware, que tiene que ver con el lector que incluye el monedero; y otra de software para que la máquina entienda los datos que le llegan del visor», nos cuenta Miguel Ángel Bruni desde Vending Eureka, una empresa española especializada en máquinas expendedoras.

El lector que comprueba los billetes «se fija en los siete elementos de seguridad que tienen». Entre ellos, «la marca de agua, la luz ultravioleta estándar y la especial, las propiedades infrarrojas, los microtextos…». De ese modo, el monedero acaba representando «alrededor de un 10% del coste de una máquina de vending».

Los bancos centrales prestarán «especímenes» a los fabricantes de manipuladores

Para guiar todos esos cambios, y evitar los problemas que causó la introducción del nuevo billete de 5 euros (en 2012), el BCE ha iniciado un programa de preparativos antes de que el nuevo billete de 10 euros entre en circulación el verano próximo. Entre ellos está poner a disposición «especímenes» nuevos (así los llaman) en las instalaciones del fabricante o del cliente, previa firma de un acuerdo para realizar pruebas. Así, se evitan problemas de última hora al adaptar las máquinas que gestionan los billetes en todos los ámbitos.

El Banco Central Europeo va a organizar también, a través de cada banco central de los países miembros, seminarios y cursos para conocer el nuevo papel. Y «se distribuirán información digital, audiovisual e impresa sobre los nuevos billetes en 22 lenguas oficiales de la Unión Europea para ayudar a los colaboradores en su comunicación con sus distintos grupos de destinatarios», según la web del propio banco emisor.

Redacción QUO