El rostro de cualquiera de los visitantes a las instalaciones de los Juegos de Invierno de Sochi podía verse reflejado en una gran escultura digital que presidía la entrada a sus instalaciones. Como si de un selfie (esas autofotos tan de moda que se cuelgan en las redes sociales) gigante se tratara, la organización enviaba después un vídeo a cada participante con sus 20 segundos de gloria, para que lo compartiera.

La idea es del artista londinense Asif Khan, pero su tecnología es obra de los ingenieros de IART, un estudio con sede en Basilea. Dentro del edificio, una especie

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de fotomatón con 11.000 sensores capturaba la cara y el gesto de los visitantes, y la reflejaba en otros tantos puntos led con una ampliación del 3.500%. “Lo más difícil ha sido plasmar los matices del cabello y los tipos de piel”, aseguraba Valentin Spiess, ingeniero jefe del proyecto. De hecho, según Spiess, esta tecnología podría ser utilizada en las vallas publicitarias.

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Redacción QUO