Desde piel artificial a brazos robóticos y hasta esperma sintético, la vida parecía que cada vez era menos biológica y que, por eso mismo, estábamos más cerca de conquistar la muerte. Pero ahora hay quienes quieren dar el último paso. Se trata de una empresa, Humai, cuyo objetivo es regresarnos del reino de Tánatos.
Para abrir boca ya sorprenden desde su página web cuando aseguran que “ Estamos utilizando la inteligencia artificial y la nanotecnología para almacenar datos de diferentes tipos de diálogos, patrones de comportamiento, procesos de pensamiento e información acerca de cómo funciona nuestro cuerpo. Estos datos se codificarán en múltiples tecnologías de sensores, que serán integradas en un cuerpo artificial con el cerebro de un ser humano fallecido.” Y sin pestañear.
Independientemente de todos los obstáculos (éticos, científicos, económicos y tecnológicos por solo nombrar algunos), Josh Bocanegra, director y fundador de Humai, aseguraba en una reciente entrevista que el primer paso será recoger datos de quienes quieran asociarse a este emprendimiento. Toda la información de su vida y sus rutinas serán almacenada pocos años antes de la muerte (no me pregunten cómo fijan ese calendario) y luego se congelará el cerebro para implantarlo en un cuerpo artificial que controlará el “envase” mediante la medición de ondas cerebrales. Por ahora el equipo de Humanis está formado por cinco personas: una que trabaja con inteligencia artificial, dos centrados en sensores y biónica, un cuarto en nanotecnología y, finalmente un embajador, que busca explicar el objetivo de Humanis.
De acuerdo con Bocanegra “creemos que podremos resucitar el primer ser humano dentro de 30 años. Pienso en hacer de la muerte algo opcional. Yo personalmente no puedo imaginar por qué alguien querría morir pero respeto sus deseos.”
Juan Scaliter