Mucho más graves que bloquear un vídeo por razones económicas son la censura y las restricciones a la libertad de prensa que persisten en muchos países del mundo. El caso más notorio es el de China, donde un avanzado cortafuegos (firewall) impide que los ciudadanos de este país puedan acceder libremente a motores de búsqueda y páginas de noticias.
Tanto es así, que los propios periodistas internacionales que informaron sobre los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 se encontraron con que en ocasiones no podían acceder a las páginas de sus medios. La organización Reporteros Sin Fronteras mantiene una lista de “países enemigos de internet”, donde se imponen restricciones al acceso a la red. Las comunicaciones en la web también son vigiladas, aunque no censuradas, en países supuestamente más avanzados, como Francia, Reino Unido y Estados Unidos.
La tecnología para la censura es la misma que se utiliza en las empresas para limitar el acceso de los empleados a la web, y evitar así que lean la prensa o se dediquen a chatear con los amigos usando programas de mensajería instantánea. El sistema comercial más conocido es SmartFilter, empleado por Irán y Arabia Saudí, y en la actualidad es propiedad de la empresa de seguridad informática McAfee. Según la re­vista Index on Censorship, por primera vez en la historia la censura se ha convertido en un negocio. Pero afortunadamente, no hay cerrojo perfecto.
Internet se diseñó para garantizar la transmisión de la información de un lado a otro del planeta, sorteando todos los obstáculos. Por este motivo, la estructura básica de la red es relativamente simple. Los servidores que gestionan el tráfico en internet no hacen preguntas; se limitan solamente a traspasar los paquetes de datos de un lugar a otro y a buscar rutas alternativas cuando algo falla. La red no hace distinciones por el contenido.

Guerrilleros cibernéticos
Desde los servidores intermedios (proxy), hasta las conexiones privadas a través de redes en otros países, hay tantos modos de sortear las restricciones como técnicas para la censura. Aunque no solo se trata de una carrera tecnológica, ya que hay personas implicadas en garantizar el derecho a la información. Por ejemplo, la organización sin ánimo de lucro Information Without Borders proporciona accesos libres a internet en zonas conflictivas, y está estableciendo su sneakernet (literalmente, red en zapatillas), una organización con personas que transportan los datos de un lado a otro en dispositivos físicos (discos du­ros, memorias USB), lo que garantiza el acceso incluso en las peores condiciones.
Las restricciones a la información, ya sean por motivos políticos o empresariales, muestran el divorcio entre la actual regulación de los derechos de copia y distribución, las ansias de control de los gobiernos represores y la realidad de un mundo conectado donde la información es líquida, fluye por cualquier conducto y se cuela por las rendijas de todos los sistemas. La humanidad necesita más información, y la información quiere ser libre.

Redacción QUO