China acaba de presentar su primer modelo de dron kamikaze. Recibe el nombre de CH-901, pesa nueve kilos y va equipado con una cabeza explosiva. Puede volar en un rango de velocidad que va entre los 14 y los 140 kilómetros por hora, y su finalidad es claramente ofensiva. Gracias a una cámara es capaz de localizar su objetivo y dirigirse hacia él, provocando una colisión explosiva.
Con este prototipo, el ejército chino moderniza el concepto de kamikazes, nombre que recibían los pilotos suicidas japoneses durante la II Guerra Mundial. Un término, por cierto, erróneo, derivado de una traducción incorrecta de los estadounidenses durante la contienda.
La palabra japonesa es 神風. Pero, quien conozca el idioma nipón sabe que existen diversas formas de leer los kanjis. Los estadounidenses utilizaron kamizake, cuando la correcta hubiera en este caso hubiera sido shinpu. De cualquier forma, la palabra japonesa significa «viento divino».
El término hace referencia a un providencial tifón que en el año 1281 hundió la flota que el emperador mongol Kublai Kahn envió para invadir Japón. Los nipones interpretaron aquella tormenta salvadora como una señal divina.
Por ese motivo, en octubre de 1944, cuando el avance de las tropas estadounidenses parecía imparable, el alto mando japonés decidió formar la primera unidad de pilotos suicidas (les seguiremos llamando kamikazes porque, aunque originalmente incorrecto, es el término que ha acabado pasando a la posteridad).
La estrategia suicida se probó por primera vez en Filipinas y con éxito, ya que en el primer ataque los japoneses lograron hundir un portaaviones americano y dañar otro. Aquel triunfo momentáneo hizo que se crearan unidades suicidas en todo el frente del Pacífico.
Este tipo de misiones militares fue rodeado además de un complejo ritual. Los pilotos seleccionados recibían una pistola y una katana, y una banda para la cabeza con la bandera japonesa bordada (según se decía) por mil mujeres, cada una de las cuales habría dado una puntada. Y, antes de despegar, brindaban con un vaos de sake.
El último ataque tuvo lugar el 15 de agosto de 1945, horas antes de que el emperador anunciase oficialmente la rendición del Japón. Inicialmente iban a ser once los aviones que realizasen esta incursión, pero cuatro estaban estropeados y solo pudieron despegar siete.
Se calcula que en toda la guerra los japoneses pudieron realizar unos 2.500 ataques suicidas con aviones, logrando hundir 57 barcos enemigos, entre ellos tres portaaviones.
Vicente Fernández López