La necesidad de crear robots humanoides ha propiciado grandes inversiones en imitar la perfección del funcionamiento del cuerpo humano.

Desde la recreación de la piel –como en la Universidad de Keio, que imita la nuestra al tacto– hasta las creadas con miles de sensores, como la de la Universidad de Tokio (Japón).

También están copiando nuestra forma de caminar (las investigaciones de la Universidad de Delft y Asimo son sus máximos exponentes), de hablar (increíble la que tiene incluso cuerdas vocales, del Laboratorio Takanishi) y manos y brazos con psicomotricidad cada vez más humana.

Redacción QUO