Las ‘galletas’ indiscretas

Amazon, la mayor cibertienda del mundo, registra el comportamiento de los usuarios en su página, para que la próxima vez que accedan a ella aparezca un mensaje que avisa de que “Quizá te interesen estos libros”. Y acierta tantas veces que ese es su éxito.
¿Cómo saben Amazon y otras páginas qué es lo que nos gusta? Sus armas son las famosas cookies, pequeños e inofensivos archivos de texto que se descargan en nuestro ordenador sin que nos demos cuenta cada vez que visitamos un sitio. En ellas, la web graba nuestro comportamiento, para que la próxima vez que la visitemos el servidor las lea y sepa cómo ser más “complaciente”; pero delatan nuestra identidad. Como herramienta estadística está bien, pero es difícil afinar mucho. Además, los navegadores ya permiten rechazarlas o borrarlas, aunque, según Jupiter Research, la gran mayoría de los internautas no tienen idea de cómo hacerlo.
Para saber qué persona hay al otro lado es preciso asociar tu dirección IP a tu identidad. Esta información solo la tienen los Proveedores de Servicios de Internet (ISP), es decir, las empresas que proporcionan la conexión, como Telefónica, ONO, Tele2 y otras operadoras. En sus bases de datos figura qué cliente se conectó con una dirección IP (Sergio Parra***) en un momento determinado, y claro, su domicilio y datos de facturación.
Sin embargo, las empresas solo proporcionan esta información si hay una orden judicial, y las Autoridades sólo pueden conseguirla de los jueces para delitos graves del Código Penal español. Esto ralentiza la caza de los estafadores y pederastas; pero también protege a las abuelas de sus nietos, porque aquí bajarse archivos no es delito. Pero el plan de Facebook para personalizar su publicidad ha suscitado protestas, igual que lo hizo la inclusión por parte de Google de anuncios individualizados junto a los mensajes de su correo, Gmail. Si en él hablo de vacaciones, y el anuncio que aparece al lado es de vuelos baratos (Tamara Lozano****), quiere decir que las máquinas de Google han leído el texto. ¿No viola eso la confidencialidad de las comunicaciones? Luego, ¿no puede Facebook también aprovecharse de saber que un usuario es homosexual, o de un partido político concreto, o submarinista?
Los usuarios de redes sociales proporcionan muchísima información sobre sí mismos voluntariamente, pero no se dan cuente de que, al aceptar los términos de uso, dan permiso a estas empresas para utilizar esa información con fines publicitarios. Y no necesitan acudir a los tribunales para identificar quién se conecta; porque estos portales tienen ya su correo electrónico y contraseña. No obstante, aquí se encuentran totalmente protegidos por la ley. Tienen derecho a pedir a las empresas que cambien o borren sus datos, y a su vez, las empresas no tienen derecho a cederlos a terceros sin su consentimiento. No solo la ley les protege, sino que las redes sociales se aseguran de poder defenderse de cualquier acusación dando a sus usuarios la posibilidad de definir qué datos son públicos y qué datos son privados.

No estaba malo, estaba de…

Pero ¿qué ocurre, entonces, cuando alguien nos etiqueta en una foto de Facebook sin nuestro consentimiento? El año pasado, un empleado británico de un centro de asistencia telefónica fue despedido tras faltar un día al trabajo por enfermedad. El jefe de recursos humanos le pidió un certificado médico. Cuando el empleado se negó a facilitarlo, alegando que no era necesario, el jefe le mostró una copia de una foto de su “muro”, en la que aparecía borracho en una fiesta, y en su estado figuraba la frase: “Hoy no voy al trabajo, que les j…” Una posible solución habría sido activar la opción que impide a otras personas asociar nuestro nombre a una foto pública.
La red hace que la defensa de la intimidad resulte más complicada, pero no imposible. Al usar cualquiera de los servicios de internet estamos asumiendo una nueva responsabilidad: la de proteger nuestros datos. Basta con exigir a las empresas que los borren o, en el caso de las redes sociales, ajustar las opciones de privacidad para decidir qué se puede publicar y qué no, qué puede ver todo el mundo y qué pueden ver solamente los amigos.
O mejor aún: saber distinguir a los amigos de los que no lo son.

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Sergio Parra

(***) El tesoro de las tendencias de búsqueda

Impresionante: “Han detectado que los lugares donde ha habido mayor concentración de búsquedas relacionadas con determinada película luego registran mayores ‘taquillazos’, así que pronto las distribuidoras podrán determinar el número de salas para el estreno de un filme según el interés colectivo y real de un lugar concreto”.

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Tamara Lozano Alonso

(****) Hasta para gestionar el personal

Lozano nos habló del libro The numerati, en el que Stephen Baker cuenta desde cómo las empresas predicen si sus empleados van a dejarles, hasta cómo los portales de venta de viajes saben por qué has abandonado una compra.

Redacción QUO