Qué fumar mata, no es un secreto para nadie. Pero los graves riesgos que corremos por no tener amigos podrían ser mucho peores. Al menos eso es lo que afirma una nueva investigación publicada en la revista especializada Proceedings of the Royal Society B.
Al parecer, los investigadores de la Universidad de Harvard han descubierto una inquietante relación: que la soledad afecta a los niveles de una proteína que es responsable de la coagulación sanguínea. Lo peor, es que la alteración en el funcionamiento normal de dicha proteína puede causar ataques cardíacos o accidentes cardiovasculares.
¿Luchas o huyes?
El aislamiento social contribuye a activar la conocida reacción de lucha o huída, una respuesta fisiológica ante la percepción de daño, ataque o amenaza a nuestra supervivencia. Dicha reacción libera varias hormonas y proteínas, entre ellas el fibrinógeno, que acude en previsión de las probables lesiones y la consecuente pérdida de sangre. El gran problema es que el exceso de fibrinógeno es perjudicial para la salud, ya que eleva la presión sanguínea y provoca que con el paso del tiempo se acumulen depósitos grasos en las arterias.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores de la Universidad de Harvard compararon los niveles de esta proteína con el número de amigos y familiares en la red social de un grupo de personas. Encontraron una correlación realmente sorprendente. A medida que el número de conexiones sociales bajaba, el nivel de fibrinógeno se elevaba.
Las amargas consecuencias de la soledad
Las personas que solo tenían cinco amigos en sus redes sociales, tenían un 20% más altos los niveles de esta proteína que los que tenían 25. Los que en torno a diez amigos tenían las mismas secuelas en sus niveles que aquellos que empiezan a fumar.
Se cree que el aislamiento social hace que la gente se sienta amenazada o vulnerable, por lo que se activa con más frecuencia la reacción de lucha o huída. Esta respuesta continuada, a largo plazo, puede ser letal. «Hemos observado una asociación significativa entre las conexiones sociales y los niveles de fibrinógeno», aseguran los investigadores.
No es el primer estudio que llega a estas conclusiones. Otra investigación realizada por un equipo de investigadores de la Universidad de Brigham Young (Utah), aseguraba que «establecer relaciones personales estables es igual de importante para llevar una vida saludable que otras actividades en las que ponemos todo nuestro empeño, como perder peso, salir a correr, llevar una dieta sana o dejar de fumar.
Según Julianne Holt-Lunstad, coautora de la investigación, «la falta de relaciones sólidas es el equivalente a fumar 15 cigarros al día«. Para llegar a estas conclusiones, los investigadores analizaron en profundidad un total de 150 estudios que abordaban el riesgo de mortalidad y las redes sociales. Dicho análisis incluía datos que habían sido recogidos de más de 300.000 personas a lo largo de siete años.
Mayor impacto sobre la mortalidad que la contaminación
Se dieron cuenta entonces de algo sorprendente y revelador: que no relacionarse con el mundo exterior es más perjudicial para nuestra salud que ser alcohólico, fumar o no hacer ejercicio. Ah. Y dos veces peor que ser obeso. Pero no se vayan todavía, que aún hay más: un bajo nivel de interacción tiene mayor impacto sobre la mortalidad prematura que la exposición a la contaminación ambiental.
Según matizó Holt-Lunstad: «No pretendo en ningún caso minimizar el daño de otros factores de riesgo, pues son muy importantes para tener una vida saludable». Según los investigadores, este estudio podría servir como aviso «para empezar a valorar nuestras relaciones con más seriedad«. Además, como recuerda el investigador Timothy Smith, colega de Holt-Lunstad, «unas relaciones sociales sanas son buenas para nuestra salud física y psicológica. Nuestra especie está concebida para trabajar en grupo«. De hecho, está comprobado que cuando las personas se aislan, no solo pierden el contacto con la realidad, sino que repercute de forma muy negativa en nuestro organismo. Desde problemas psicológicos a trastornos de ansiedad o depresión.
Fuentes:
telegraph.co.uk | journals.plos.org
Redacción QUO